Una mirada rara a la causa de Pablo Herreros
6 noviembre, 2011 – 17:18 | 18 Comentarios

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Neutralidad en la red

Escrito por el 20 febrero, 2010 – 11:083 Comentarios
Neutralidad en la red

Cuando Canal Satélite y Via Digital se fusionaron (a la fuerza), uno de los debates importantes pero más sordos que se establecieron con el entonces llamado Tribunal para la Defensa de la Competencia (un órgano administrarivo que ahora se llama Comisión) fue el hecho de que el propietario de la infraestructura era, a la vez, el comercializador de la plataforma, propietario de canales y productor de contenidos.
Es decir, tenía la llave para decidir quién podía tener un canal, en qué numero iba a ser visto y podía garantizar que los contenidos que produjese se emitieran en sus privilegiados canales, léase Canal Plus. En su día, forzar a que los monopolizadores de la comercialización de la única tele de pago que había (Canal Satélite) estuvieran separados de los productores de contenidos (usted, querido lector, por ejemplo) se consideró, según me explicó un miembro del tribunal, como muy fuerte. Normal, eso permitía competir. Al final, se impuso la obligación de que, pagando los costes asociados a ello, el dueño de la plataforma no pudiera rechazar la entrada de ningún canal.
Como demostró el caso European Home Shopping (no fue el único), el verdadero controlador de la infraestructura imponía condiciones y empleaba todo tipo de trabas legales para impedir que nadie entrara en el negocio. Los tribunales se acababan imponiendo después de larguísimos procesos y después de haber desincentivado a cualquiera que quisiera promover un canal a intentarlo, por no hablar de los costes que se imponían por bajar la señal.
Es decir, en entornos de escasez y necesidad de regulación, como sucede con el espectro, en el pasado ya hemos visto como los detentadores de ese poder imponen condiciones abusivas para evitar todo tipo de competencia. No es nada distinto el Alierta que dice las redes son nuestras (págueme, lo que yo quiero, si yo quiero) que las prácticas del viejo Canal Satélite para sacar su negocio adelante sin que nadie pusiera canales que no les convinieran. Es como si alguien pudiera ser dueño del mar.
El paralelismo continúa con la intervención del Gobierno en los mismos casos. Hay un ministro y una secretaría de estado a la que podría cambiársele el nombre de industria o telecomunicaciones por el de Telefónica o el de sostenimiento de monopolios y escaseces artificiales. En realidad, lo que subyace, como sucede con toda la regulación televisiva, es el intento de control de contenidos y de los márgenes de beneficios de las empresas establecidas. Incluso, como he llegado a escuchar al Sr. Contreras, consejero delegado de La Sexta, o a tantos representantes del negocio televisivo, se trata de que la televisión, por ejemplo, no funcione como el salvaje oeste, o de salvar un sector en ruina.

Salvaje oeste suele ser la forma de desacreditar la incómoda necesidad de competir y sentir el frío filo de la navaja en el cuello como le pasa a los panaderos y a los tintoreros, y las apelaciones a la ruina del sector una forma de reblandecernos a los ciudadanos para sostener medidas de privilegio que mantengan sus ventajas monopolísticas y regulatorias aunque no sean necesarias. Las administraciones públicas en vez de defender a los ciudadanos para que todo el mundo tenga la opción de competir o la libertad de comunicar sea cual sea la audiencia que puede alcanzar, se dedican a proteger las cuentas de resultados de unos pocos. Palabras mágicas como empleo o porcenaje del PIB se emplean para defender modelos empresariales si no caducos, sí que no dan para pagar los mismos sueldos. A costa de los demás.
El debate que recientemente se ha iniciado en España sobre la neutralidad de la red y la no poca casualidad de la concordancia de declaraciones de un presidente de una sociedad cotizada que, encima, tiene atribuidos unos hechos de poca limpieza en el mercado de valores, más las de un ministro que regala bombillas con nuestro dinero, podría resultar grotesco observadas sus conductas, pero es serio. En realidad, la regulación de la televisión, las redes de telecomunicaciones y los derechos de propiedad intelectual, tienen todas una única función: el control de los contenidos y los márgenes de negocio de las empresas establecidas. No se dejen engañar, nada bueno hay para el público (usted, yo, una empresa, una cooperativa, una confesión religiosa, un equipo de balonmano o un actor) en el hecho de que solo unos pocos puedan acceder a difundir (incluso cobrar y ganarse la vida) ideas filosóficas, políticas, morales, comerciales o artísticas.
¿Cómo afrontarlo? Daniel Rodríguez Herrera ofrece una versión mucho más inusual de la habitual del problema de la neutralidad de la red, poniendo énfasis en el problema de la involucración gubernamental. Enrique Dans ya ha dado largas explicaciones de una postura en favor de asentar a toda costa la garantía de neutralidad. En todo caso, lo que hay en juego es mucho más grande: el intento de terminar con unas redes afortunadamente incontrolables, acabar con su caracter distribuido y asentar los poderes y las cuentas de resultados establecidos y establecidas. Es normal que la gente de ADNStream, perjudicados evidentes en un mercado en el que, además, tus competidores directos reciben ayudas millonarias y que, por si fuera poco, cuentan con ingresos garantizados por una medida coercitiva como es el canon, tenga que producir vídeos como éste. Pásalo.
Actualización: Una mirada plenamente diferente al caso Alierta es la de Julián de Cabo en Digital Convergence. Viene a decirnos que las diferencias reales entre Google y Telefonica son mínimas porque la segunda espera ser palataforma. Y que el concepto de neutralidad de red favorece especialmente a los grandes servicios americanos (Google, etc), razón por la cual la Administración USA haría esta defensa de la neutralidad de la red frente a las telecos. No sé qué opinan las telecos americanas. Pero, continúa la tesis, son las telecos europeas las únicas que pueden competir realmente con esas empresas porque en Europa no tenemos de ellas. Yo creo que hay problemas que están por encima, y que arquitectura de red (en lo qus supone de arquitectura de poder) más libre competencia global son cuestiones superiores a esta opción. Lectura recomendable.
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