Fusiones (¿alguien recuerda aquello de la pluralidad?)


De la pluralidad y la redención universal hemos pasado a la atroz realidad de los números: un sector privado insostenible ante la abundancia de oferta y, por supuesto, esa inesperada crisis del sector publicitario que tanto daño hace a televisiones, periódicos y radios. Realidad que ha conducido aceleradamente al sacrificio de la competencia estatal por la publicidad y que verá una nueva ofensiva para eliminar la competencia autonómica. Sin perjuicio de que ahora el nuevo macguffin es el pilar de la democracia que son los medios de comunicación impresos (y, por qué no, sus telediarios), la reconversión se está haciendo vendiendo los muebles de las viejas estructuras pero sin cambiar demasiado el negocio.
Por el camino, un relato que los directores más épicos del Hollywood moderno hubieran convertido en saga: como en El Padrino, algún viejo patriarca murió y su familia quedó en debilidad. Como en los relatos de sindicatos criminales, tras una guerra de familias con muchos destrozos y disparos, las familias firman la paz con un cambio en la jerarquía pero siendo, al final, los mismos.
De la pluralidad hemos pasado a la concentración: dos empresas privadas más la empresa estatal, como ya era antes, van a concentrar la mayor parte de audiencia e ingresos. La oferta de pago está de facto liderada por Telefónica con convenientes socios que saben hacer esas cosas de los contenidos. Fíjense donde queda la pluralidad otra vez: ¿de verdad es presentable que el operador incumbente de telecomunicaciones sea el titular o socio de referencia de la mayoría de la televisión de pago, que sea dueño de las infraestructuras y que entre en el negocio de los contenidos?
El reparto de poder geográfico mantiene su equilibrio catalán/madrileño. Planeta/Mediapro/Abertis desde Barcelona tienen voz y voto en el panorama audiovisual español. PRISA/Telefónica, amantes eternos, son la otra voz y el otro voto. Unedisa, Vocento, Zeta, perpetúan su insignificancia televisiva. Sobre el reparto ideológico (¿pero la ideología importó realmente alguna vez si no es más que a los políticos, enfangados una y otra vez en su intento de controlar telediarios?) nada como la asepsia profesional de Planeta – las ideologías son opciones de mercado – que permiten unir supuestos extraños compañeros de cama. O la de Telecinco, donde los informativos no son el negocio.
Y hablando de Telecinco, el nuevo jefe de las familias: Silvio Berlusconi. No deja de ser sorprendente (en realidad, no lo es) que el primer ministro de un país extranjero controle una porción importante de concesiones públicas de otro. Ya era anómalo que controlara toda la televisión de su país (anómalo, pero ¿quién se sorprende?) pero ahora suma, aunque sea en parte, dos. Curioso por la prevención que el vigente partido gobernante ha tenido siempre al más que discutido propietario de Mediaset, un imperio europeo en toda regla. El chiste que les hago sobre las familias criminales en guerra, queda muy redondo advirtiendo que el capo es italiano. Espero que los servicios jurídicos de Telecinco interpreten todo esto como es, literatura.
Este asalto del cataclismo que tecnología y regulación han provocado al establishment de la comunicación se salda con la victoria de los de siempre. Los grandes grupos que ya estaban. Que nadie se piense que Mediapro no es un gran grupo: con WPP en su accionariado está inserto en la guerra global de la comunicación y la publicidad. En un año en el que los medios nativos de internet han visto sus huestes mermadas y que nada ha cambiado para seguir viviendo en el alambre, la diferencia es que los grandes grupos y medios van absorbiendo, moldeando y apropiándose de las formas de trabajar en la red.
La famosa batalla por los derechos y el respeto a la propiedad intelectual seguramente terminará cuando la cobertura de banda ancha alcance a la mayoría de los hogares de la misma forma que hace el broadcast tradicional y, entonces, el control del acceso al grueso del mercado se vuelva determinante para poder negociar el uso de los contenidos que verdaderamente generan un negocio sostenible, sea cual sea el modelo de ingresos. La única diferencia real que existe entre los autodenominados creadores y las empresas de telecomunicaciones y cadenas de televisión (abierto o de pago) reside en dos cosas: las tarifas por el uso y el control del cliente, no en la arquitectura jurídico- institucional.
El negocio audiovisual sigue y seguirá por tiempo siendo un oligopolio condicionado por regulaciones bastante caprichosas. Para el mundo de internet puro, esto suele ser desconcertante: estamos viendo como los mismos grupos del entorno analógico van poco a poco creando, comprendiendo y controlando las formas de distribución online de los contenidos que son verdaderamente negocio. El vídeo concebido originalmente desde la red aumentará su papel como manifestación cultural, como filtro de talento de los creadores (arrancarán allí, pero negociarán su tranquilidad financiera -como ahora- con quienes son capaces de alcanzar grandes espacios de distribución), como espacio para la comunicación comercial e institucional, como plataforma para la movilización social e, incluso, para la comunicación informativa de fuentes que desean desintermediarse de los medios tradicionales. Pero el espectáculo de grandes dimensiones…
Créditos: la fotografía pertenece a la galería de fave:) y se distribuye con licencia CC
[…] en el caso de la radio. Tras el fracaso del modelo de la pluralidad o, más seguramente, tras el fracaso de la propaganda en torno a la pluralidad, se quejan algunos de la presencia excesiva de medios calificados de […]