La heroica y loable lucha infatigable contra las plagas
Si hacemos una lectura atenta a las crónicas de El País sobre el flamante Foro Europeo de Industrias Culturales las conclusiones inmediatas son dos: primera, un encuentro pagado únicamente por entidades gubernamentales donde hablan esencialmente entidades pagadas de una forma u otra por entidades gubernamentales. El tono, y que me perdonen porque insisto en que son las crónicas periodísticas la fuente y eso, qué se le va a hacer, es generalmente limitador y sesgado, es el de ¿qué me pasa doctor? y vamos a darle vueltas a los retos que se nos ponen por delante sin cuestionar ni una coma de la verdad oficial sobre su cultura y su financiación. Como un paciente de obesidad mórbida que quiere adelgazar sin tocar su ingesta de calorías.
Segunda, la presencia de funcionarios interinos (todo ministro es interino) se salda con la aparición del mismo discurso ofensivo habitual hacia lo que a) puede que no se conozca, b) seguramente se desprecia, pero no lo vamos a decir c) y nos irrita especialmente, pero mantendremos el tono: la cita es impagable, porque supone implícitamente que existen de modo generalizado despreciadores de los creadores (y, por supuesto, son los portadores de malas noticias: miren, parece que la red no se deja controlar). Lástima que Gaudí esté fallecido para dar una opinión. Sólo se dejan un resquicio: llaman al divulgador científico oficial seguramente porque su programa de televisión se llama Redes y aumenta la sensación de que al confeccionar el programa del Foro se desconoce lo que se programa. Y les da la sorpresa con esos modales serenos típicos del personaje: «Las redes sociales son importantísimas, y en esto, ministra, déjame que te diga un presentimiento que ahora tengo […], que las ansias de impulsar [la cultura en Internet] creará en algunos de vosotros la tentación de controlar [la Red]». La pregunta es si para los ocupantes transitorios de estos deseados puestos de responsabilidad, «redes sociales» significa Facebook.
Mientras, en el diario rival por excelencia, aparecen más malas noticias. Al tiempo que Microsoft organiza en La India una de esas ya pasadas de moda performances donde una apisonadora destruye montañas de malignos CD’s piratas, un paisano resume la post-party: los indios continuaron comprando por medio euro las versiones pirateadas de un ‘software’ que ‘legalmente’ se vendía a 140. Las comillas sobre la palabra legalmente no las pongo yo, sino que las pone el diario. Ahora es momento de recordar esa película en la que nombraban a Michael Douglas gran jefe antidroga de los Estados Unidos y esa maravillosa escena en la que ya pasados los primeros momentos de campeonísimo en que cree que ganará la guerra a los estupefacientes el hombre se irrita sobremanera con sus colaboradores clamando por propuestas para resolver la cuestión, casi implorando que le digan que hay algo que se puede ganar: el silencio de los funcionarios es ensordecedor. Antonio Escohotado, el tipo que puede que más sepa de drogas en lo que cuenta, en cómo se usan, avisa a quien quiera leerlo de que el instinto de intoxicarse es uno más de los instintos humanos: recuérdese con la próxima cañita. Así que traficantes y mafias, sustancias cortadas y adulteradas, usos incorrectos, son esencialmente síntomas y no los problemas reales, son los costes de la prohibición. La verdad es que cuando las fuerzas de seguridad entran al asalto de cualquier listo que regente un P2P todo resulta tener mucho menos glamour (el cine, que es cultura ya saben, no deja de crearnos héroes fronterizos en forma de traficantes y gángsteres, ¡ay la ley seca y la cinematografía!), pero uno no puede dejar de pensar en lo mismo. En la película, la hija de Michael Douglas (Robert Wakefield) terminaba siendo consumidora. De auténtica zozobra tiene que ser mirar los mp3 de los funcionarios de los ministerios.
P.D.: Y la receta de la tortilla de patatas, sigue sin estar patentada. Yo no sé por qué la gente sigue inventando formas de dar de comer.
P.D. 2: El diálogo entre Wakefield/Douglas y su antecesor es impagable: «Well you’ve done a fine job, General. The Office of National Drug Control Policy is in better shape than when you found it / I’m not sure I made the slightest difference. I tried. I really did». Oigan, Joan Navarro acaba de dimitir.
Créditos: la imagen pertenece a la galería de King Konsul quien la cede bajo licencia CC.
Actualización [01/05/2010]: El análisis que publica la EFF sobre la forma en que las asociaciones de protección del copyright piden reformas legales para la actuación policial, refuerza sospechosamente la idea de un mundo en el que la persecución de los violadores de derechos de propiedad intelectual se convierta en un acto de oficio ejercido por el estado con toda la fuerza policial. No es nuevo en lo que se refiere a otros intentos pero alcanza un grado más: la pretensión de que vídeos grabados a los convictos con sus confesiones se conviertan en material de educación de las escuelas marca una diferencia importante. Trabajo de reeducación social muy parecido a muchas otras ideas represivas que recordamos en forma de campos. Recuerdos inevitables a la represión del socialismo real. Orwell era un optimista.
Pero hay que ser optimistas, para eso están lo comités de sabios que se van a crear y que se reunirán en torno a una tortilla de patatas.
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[…] ponerse al día. Suena a excelente incentivo para volver a las descargas, salvo que, en el marco de represión progresiva, haya suficiente margen para que, la esencia de la cuestión, el control del contenido, se […]