¿El fin de las ventanas de explotación? La Unión Europea pone un ladrillo

Decimos con frecuencia que la red lo cambia todo y aprendimos con sus divulgadores más reconocidos que los bits son libres. El seísmo que para muchos modelos económicos supone la desintermediación que introduce la red (¿se imaginan como será el mundo cuando todos la arquitectura de intermediación del siglo XIX y el siglo XX se haya transformado?) es más o menos evidente, pero no en toda su plenitud para el mundo audiovisual: ¿empieza el derribo del sistema de ventanas? La Unión Europea quiere poner su granito.
El conflicto sobre los derechos de propiedad intelectual que supone la libre disposición que hacen los usuarios de los contenidos de vídeo que libremente (legalmente o no) adquieren sea por la compra de soportes tradicionales, porque los graban a partir de su emisión a través de ondas hertzianas o porque están disponibles en una red de amistosos colegas (P2P), es una de las incertidumbres esenciales de los modelos de negocio tradicionales (por su difícil viabilidad y rentabilidad decreciente) y de los que deben ser los nuevos modelos (por su madurez indefinida). El hecho añadido de que estos contenidos se reelaboren (que se fragmenten unas veces en forma de momentos, otras veces como «obras» derivadas de la original) gracias a los sitios destinados a compartir vídeo, añade otro elemento de incertidumbre que el caso de Viacom contra YouTube en el tribunal del distrito Sur de Nueva York debiera clarificar.
Pero esta colusión de fenómenos genera otra consecuencia: ¿Por qué esperar a que una serie llegue a España para verse? ¿Por qué esperar desde un estreno de cine hasta la televisión? El negocio tradicional se ha basado en la técnica del salchichón: cuantas más lonchas – por tanto, más finas – más dinero se sacaba. Así, una película se lanza en salas trozeada por territorios. Un productor busca distribuidoras que lleven la película hasta el último confín del mundo y con cada uno de ellos negocia qué le cede: ¿sólo salas? ¿Salas y televisión? En ese sentido, ¿qué televisión? La dificultad de saber o tener certeza de cuanto dinero se recauda realmente en mercados desconocidos, hace que la práctica sea en muchas ocasiones recibir un dinero y que el comprador del derecho cedido haga lo que quiera y pueda: si recauda más, aunque yo tenga derecho a cobrar los costes de averiguarlo superan el beneficio de lo que se vaya a obtener. Por supuesto, las majors tienen otros sistemas para que ni un duro se escape.
El sistema se prolonga desde las salas al vídeo doméstico (antes VHS, hoy DVD), de ahí a la taquilla de televisión, después los canales premium de pago, luego otros canales de pago menos lustrosos (unos segundos pases para arañar más durillos), después la tele en abierto y, al final del todo, el quiosco, en el que se desparrama el precio. Por el camino se ha pretendido extrujar al máximo la recaudación y, a partir de entonces, la película de marras queda en el catálogo para su reventa futura cuando se pueda y muchas veces en paquetes de varios títulos.
Este sistema, por su sobreexplotación tiene dos amenazas: la fuente histórica de más recaudación, la televisión en abierto, ha visto como el valor del cine caía en picado al llegar a su pantalla muy visto. Es raro que el título sorprende a muchos espectadores, especialmente a los de más dinero, los que quiere la publicidad. Piense en los niños: ¿se espera tres años para ver Shreck en la tele o se tiene antes en DVD en cualquier cumpleaños? Los enanos no esperan.
La segunda amenaza es lo que se llama piratería. La de verdad y la que no es. La de verdad es el top manta y la sustracción de imágenes de las salas o de masters robados para vender copias con ánimo de lucro. La que no es, es compartir algo cuyos derechos has pagado con tus amigos. La suma de ambas cosas se combate en la industria acortando las ventanas. Es decir, más copias en las salas para que se vea antes por más público, lanzar en seguida el DVD y ponerse en las teles en períodos más cortos que antes. La descripción que hemos hecho vale para el cine, pero es similar con las series de televisión: ¿qué pasa si la ABC pone sus series en internet al mismo tiempo que se emiten en la televisión en abierto?
En primer lugar, que se pretende preservar el mercado del salchichón: se ensombrecen IP’s para que teóricamente un residente en Madrid no pueda ver algo que la dueña de la serie le va a vender a La Sexta dentro de nada. Segundo: se deja una semana, para que la cosa no se queme y quede gente que compre el DVD. Lo que no pueden impedir es dos cosas: una, que siempre haya gente amable que grabe los episodios en su disco duro y los ponga – completos y sin anuncios – en la red. Dos, que todos los manitas que en el mundo existimos busquemos la forma de engañar al servidor para que piense que está sirviendo a una IP americana y no española. Sólo queda la barrera del idioma. Relativamente: hay samaritanos que en la red se dedican a subtitular gratis. En definitiva, las lonchas del salchichón corren el riesgo de ser devoradas antes de cortarse.
Y eso es lo que la Unión Europea parece poner en marcha supongo que por su afán de crear mercados únicos:
Se señalan también la necesidad de otorgar «licencias transfronterizas que permitan emplear el contenido en varios o todos los países miembros de la UE y que dificulta el establecimiento de servicios online en toda Europa». Además, garantizar la «interoperabilidad y la transparencia de los sistemas de gestión de derechos digitales» a través de un marco jurídico.
El reto jurídico y comercial es tremendo: para el productor tradicional, con una finaciación pensada desde el origen en la explotación de ventanas convencionales es impensable, por mucho que nos guste la red, que tire la explotación de un contenido por internet sin una expectativa de retorno clara. La verdad es que eso hoy no existe. Otra cosa es que, como decíamos ayer, otro concepto de diseño de contenidos es necesario.
No obstante, y no se sabe si por la presión de los productores, las declaraciones públicas siguen en la línea contraria a lo que se ha aprendido con la música (bits libres…): que el soporte no es el modelo de negocio y que la distribución online no es la fuente del beneficio, sino de la generación de valor para otras alternativas:
…la UE reconoce que la piratería «sigue constituyendo la principal preocupación» de Bruselas. Para luchar contra el fenómeno, quiere introducir «códigos de conducta» para «garantizar no sólo una amplia oferta de contenidos online atractivos sino también una protección adecuada para trabajos protegidos por copyright», al tiempo que reclama su «cooperación estrecha para luchar contra la piratería y el uso compartido no autorizado de archivos».
No se les puede culpar, es como decirle a los fabricantes de acero que no defiendan las virtudes de sus raíles de tren de toda la vida si todos los trenes fueran, desde mañana, magnéticos y por tanto carentes de vías. Pero, por eso mismo, no se pueden cerrar los ojos a la realidad. Lo que sí parece preciso aventurar es que el modelo de distribución basado en el troceamiento por territorios extendidos temporalmente no acaba de tener sentido en un mundo conectado y, seguramente, el de separación por ventanas tampoco. Ahora mismo el consejo que yo doy a los productores con catálogos explotados o con contenidos hiperminoritarios es que no tengan complejos y que los cuelguen en la red, sea gratuitamente, sea con ingreso compartido según la estrategia de cada uno y que estén en todas partes.
Cintas acumulando polvo en un armario no tienen sentido y la red empieza a permitir dos cosas: una monetización pequeña pero sostenida, y la visibilidad de tus capacidades como productor y realizador. Como poco se ahorran cintas y DVD’s (las copias se llevan más dinero de lo que parece) para que compradores televisivos tradicionales las vean y las compren. En todo caso, quizá estemos únicamente ante una transición hacia el lanzamiento masivo y simultáneo por todos los soportes con estrategias de comercialización más sofisticadas y más parecidas al posicionamiento en la red que a la venta de lonchas de embutido.
(Fotografía: «The Medium of» de Solar Ikon, bajo licencia CC 2.0)