De cómo mantener una visión unidireccional de los medios argumentando que serán bidireccionales
«Los radiodifusores públicos tienen un papel adicional que jugar. Debemos proporcionar contenidos de servicio público a todas las audiencias, a través de todas las plataformas, con noticias contrastadas e imparciales, contenidos culturales y educativos, debates democráticos. Por encima de todo, debemos implicar a los ciudadanos, las partes interesadas, en nuestro desarrollo».
Aparte de que uno no entiende ese énfasis en el servicio público al tiempo que se ha resistido con uñas y dientes al fin de la publicidad, o la imperiosa necesidad de tener motos, olimpiadas y fútbol que ya dan los malísimos operadores privados, conviene resaltar la idea de implicación de los «ciudadanos». Resulta que los ciudadanos somos nosotros y resulta también que en internet tenemos la opción de crear nuestros medios, producir, involucrarnos y hablar sin tener al estado de por medio y como moderador o nodo central.
Con el entretenimiento y la televisión pública, mi tesis es la misma. Simplemente, es insostenible que algo que se inventó para la propaganda en la era de la comunicación de masas pretenda tener la legimitidad, la credibilidad y, sobre todo, que se proponga reclamar las ingentes demandas financieras sobre los ciudadanos que ha podido tener y realizar en el mundo analógico. Más citas de Fernández:
«La tecnología –ha explicado– puede otorgar un nuevo valor a un contenido audiovisual muy valioso, al que nuestra audiencia puede acceder a través de diferentes plataformas a la carta, ahora y para siempre. Y puede aumentar el vínculo con la ciudadanía, haciéndonos evolucionar de mass media a medios interactivos, del paradigma clásico unidireccional a una creativa conversación bidireccional»
No. No es esto, no es esto, poniéndonos orteguianos. El futuro de la comunicación es, o debe ser si lo que importan son los ciudadanos, distribuido y no «participativo». En realidad, si se quiere ser democrático, debiéramos construir una videoesfera tan distribuida como la blogosfera: incontrolable, libre, deliberativa, pluriarquica… Lo otro, la presunta bidireccionalidad no es más que la reedición de redes centralizadas y la vocación por controlar la conversación. Y ahí, personalmente opino que el estado, el estado que hemos heredado del siglo XIX, no tiene mucho que decir, salvo empezar a liberar sus contenidos – que hemos pagado – para usarlos en ese espacio deliberativo, libre, creativo y multidireccional, no para lucimiento de gestores políticos.
Añado un argumento que no le gusta o no adopta casi nadie: la presunta vocación del estado por los llamados contenidos culturales o de carácter social es, en realidad, una competencia desleal contra la sociedad y no un beneficio: ni sus noticias son independientes o mejores, ni la concentración de recursos que contiene mejora realmente la oferta cultural ni nada parecido. Las esperanzas que muchos ciudadanos ponen en que, algún día, llegará esa programación «de calidad», esa reencarnación de la BBC son, simplemente, una quimera. Nadie tiene la misma idea de calidad, pero todo el mundo tiene opciones – hoy, cada día más – de proponer la suya, contársela a los demás y encontrar la forma de que se sostenga sin recurrir a ese concurso de belleza que es la arbitraria elección de las administraciones públicas de criterios estéticos y comerciales en forma de subvenciones a la producción y a cadenas ruinosas.
Termino: atrévanse a ignorar al estado en pensar la forma de comunicación y verán que son más libres. Atrévanse a ignorarlos en la creación de contenidos y encontrarán aliados por todas partes, todos aquéllos interesados en lo que ustedes hacen. Igual que no es posible, como hemos visto en el fin del socialismo real, que el estado pueda planificar todas las posibles necesidades de consumo e innovación, es infantil pensar que puede resolver todas las posibilidades de entretenimiento y de contenidos minoritarios o «de calidad». Mucha gente cree firmemente que tener noticias controladas por el sector público (una especialización de los medios tradicionales) aporta algo diferente. Este artículo que referenció Francis Pisani el otro día es una muestra de cómo saliendo de los medios institucionales uno está mejor informado que nunca.
Atreverse a crear, atreverse a contar. No hay nada que lo impida, sí hay cosas que lo hacen difícil: la intervención pública en la creación de contenido y en la regulación (falsamente protectora de la ciudadanía) del uso del espectro y de los contenidos publicitarios y audiovisuales.
Gonzalo, hoy has estado sembrado, y me has dado un argumento más en contra de mi postura, socialdemócrata. La sigo manteniendo porque la TV sigue siendo el medio, EL MEDIO. Pero en una generación habrá dejado de serlo, y será Internet y su anarquismo liberal el que imponga la realidad.
P.D.: Desde Brasil el debate se ve con otros ojos. El papel del medio estatal lo cumple aquí, perfectamente en sus malos modos, TV Globo.
Bueno, es que socialdemocracia o liberalismo se nos quedan viejos, y en todo caso sirven de tradiciones. Pero son diseños ideológicos para otras eras. Nuestros problemas actuales requieren más el uso de la ciencia y parece que una arquitectura social basada en redes distribuidas nos lleva a un escenario de comunidades muy fraternas que son libres de agregarse y desagregarse, que requieren de menos autoridad y que hackean de modo constante las pretensiones de una burocracia estatal que crea escaseces artificiales y, cada vez más, no tiene capacidad para tomar bien todas las decisiones que tiene que tomar ni casi recursos para cumplir todo lo que promete. Resulta que podemos hacer las cosas nosotros y pedir que dejen de cobrarnos por ellas. El resultado es que la información no es oligopólica ni controlable.
Brillante exposición de tu punto de vista.
El Estado, como competidor de "la sociedad", resulta una idea interesante. También creo que el Estado, o, más bien, los políticos, han acabado siendo algo diferente, ajeno.
Dices:
"sí hay cosas que lo hacen difícil: la intervención pública"
¿cómo está, actualmente, dificultando la intervención pública, la creación?
Encender la tdt, es ver machacona venta a distancia, concursos para llamar que no se sabe bien en qué consisten, y programas del corazón cuya degradación es evidente. Resulta deprimente ver el producto que arroja el mercado.
Dirás que sí, que el mercado puede ofrecer calidad y que quien quiera se pagará el acceso a contenidos alternativas. Cualquiera, dirás, tiene la opción de no comer someterse a la basura permanente. Pero luego tendrás que ver cifras de pago por contenido y admitir que no es así.
No creo que se trate exactamente de un debate liberalismo/socialdemocracia, sino de un debate Democracia/tiranía.
Se puede pensar que el ciudadano tiene derecho a echar por un sumidero su libertad y dejar llevar su mente por la verda del embrutecimiento. Pero entonces, no se hace un favor por la democracia. No habría negocio de contenidos digitales, los contenidos digitales se convertirían no en un negocio en sí mismos, sino en la herramienta de negocios consistentes en la pura dominación social. No hay democracia posible si se permite que el cuerpo electoral se arroje por la alcantarilla del embrutecimiento.
No hay más que encender la televisión para darse de cuenta de que esa es su deriva.
Ahora, toca elegir. Una libertad teórica arrastrando a un embrutecimiento real y práctico. O un sometimiento teórico que pueda mantener márgenes de libertad.
La teoría funciona muy bien, yo mismo he bebido y manejo a Mises, Hayek y admiro a Huerta de Soto en su teorización de la imposibilidad del cálculo económico bajo el socialismo. Pero, precisamente, para preservar esa libertad, no parece que soltar los potros vaya a ayudar en absoluto.
Un saludo
Te olvidas de un detalle: todos esos contenidos que te producen zozobra moral, se encuentran en un entorno oligopólico regulado por los gobiernos justificado por su escasez: el espectro radioeléctrico.
A fecha de hoy, es el método más eficiente y barato para llevar vídeo a toda la población, si obviamos que no caben todos y la interactividad es limitada, lo que cuestiona su eficiencia social y de mercado
La cuestión es la libertad de emitir: si alguien se quiere ganar la vida con bingos televisivos, bien, es su negocio. Si quiere corazón, adelante. No es obligatorio verlo, pero sobre todo es que la construcción de alternativas está bloqueada porque existe una barrera cada día más artificial de acceso al mercado que, en el caso de los contenidos denominados sociales, es el propio estado. Su regulación y sus medios.
La idea de estado como competidor desleal ya se ha planteado en el reino unido con la BBC: si utiliza toda su potencia sin riesgo para dar información local en nombre de su mandato público, los medios locales no pueden competir, por lo que ha sido obligada a enlazarles.
Esto no es más que lo mismo que el efecto crowding-out de la deuda pública con respecto a la inversión privada: se expulsa al emprendedor que no puede competir por el crédito al ser de menos riesgo financiar la deuda pública que está financiando inversiones y gasto decididas con criterios políticos.
Admito que la infraestructura tecnológica no está preparada para una liberalización total. Pero no hay alternativa ante el crecimiento de las redes y no va a ser sostenible un sistema público que depreda recursos y no sólo es incapaz de alcanzar sus fines, sino que aspira a filtrar lo que es imposible filtrar.
La idea de "calidad" es falsa. Calidad es lo que para cada uno es calidad. Y es un argumento que se emplea para esconder la imposibilidad de alcanzarla y argumentar la presencia de una estructura de poder y de gasto que es, en realidad, contraria a los propios ciudadanos. Hoy pueden abrir periódicos de papel y de los digitales sin que nadie espere que un gobierno deba garantizar su presencia, ni su nivel de debate y participación. Lo próximo, el vídeo y la tele. Uno de los temas del futuro próximo: la libertad de emitir.
Entonces, ¿no existe una idea de "calidad"?
Eso es afirmar, ni más ni menos, que la idea del bien y del mal, no existe. Un canto por la amoralidad.
Discrepamos claramente 🙂
Me baso en los mismos principios que la calidad industrial: es calidad lo que el cliente percibe como calidad al precio que está dispuesto a pagar. Si no, es ingestionable.
Escribí un post sobre eso:
http://industriaaudiovisual.blogspot.com/2008/12/qu-es-calidad-en-televisin-una-trampa-y.html