Leo con retraso la revisión de Juan sobre los Goya y el cine. No acabo de compartir su conclusión: le parece que para lo raquítico del negocio debieran tener menos lujo en sus galas y menos ambiciones presupuestarias. Yo creo lo contrario: si algo le falta al cine español es marketing y esta gala lo es. Y no malo. Deben trabajar en reducir su polemización sociopolítica permanente, en ampliar el ámbito de mercado para convertirse más en una fiesta del audiovisual del español y el portugués y dejar la especialización en cine y local que queda corta como remedo de los Oscars. Y hasta de los BAFTA. Pero hace falta lujo y brillo, que el buen paño en el arca se vende. Algunas producciones deberían bajar de presupuesto, pero otras debieran tenerlo alto: que el sistema legal juegue a crear productos para funcionar en el mercado internacional. Las producciones pequeñas que, por ejemplo, David Trueba teme perder, deben buscar un mecanismo de financiación más parecido al arte a base de donaciones y fundaciones. Pero me paso de la brevedad de este espacio. Lo que sí comparto con Juan es que para esta miseria – aunque es un mal año, es coyuntural que sea tan malo – hay que afrontar una revisión de conceptos y supuestos al completo: la sociedad es muy generosa con el cine, pero el cine no parece ser tan generoso cuando cierra filas ante algo tan imperfecto como la Ley Sinde.
21 febrero, 2011 12:56 AM
1. Escrito por Fernando Hugo
21/Feb/2011 a las 9:45 AM
Aquí se da una de esas contradicciones que están siendo tan llamativas en todo el tema de cómo se recibe el cine español. Si se vende, parece que cierto público (“encendido” por lo de la ley Sinde) juzga la operación como egocéntrica o parte del “dispendio público”. Sin embargo, son los mismos que se quejan de que el cine español no sabe llegar al público, y la gala, y ese “lujo”, vende: minutos en televisión, comentarios en las redes sociales (y no sólo los relativos a la polémica, etc.).
Tal vez posibles conclusiones sean más fáciles en próximos años donde ni la ley Sinde ni la propia situación económica del país nos distraiga del objetivo de estos premios. Claro que es un acto de autopromoción: no sé cuál es el escándalo. Así son los Óscars, o los Bafta o los Césars. Pero hoy cualquier alfombra roja, es comprensible, molesta a una población que lo está pasando mal.