Digamos que, oficialmente, estoy hastiado del discurso de qué mala es la televisión y su telebasura y de mis ganas de escribir contra el mundo para decir que la telebasura es irrelevante y verdaderamente relativa. Disculpen el tono perdonavidas, esto es como si estuviera iluminado tomando un café (y eso que yo no tomo café) muerto de risa con algún amigo que me aguante. Tan hastiado que ni tengo ganas de encontrar los enlaces donde me gusta recordar (o evangelizar) que vale con cambiar de canal o no verlo si tanto ofende y que en la era de las redes la obsesión por lo que puedan ver los niños a las cuatro de la tarde es simplemente una tontería perpetrada por una especie de discurso colectivo forjado en el siglo XX y su escasez permanente de oferta. Pero esta forma de verlo por parte de Paz Padilla me ha tocado: “Si tú crees que es telebasura, cambia de canal. Sálvame. Es un circo, espectáculo. Hay mucha que tendría que aprender. Es la nueva televisión. El mundo del corazón no hay que creérselo al 100%. Si no nos creemos la política, ¿por qué nos vamos a creer el corazón?”. La cosa tiene miga. No tengo claro ahora mismo si esto es una descripción o pura filosofía. O las dos cosas. Pero seguro que como descripción es irreprochable.