Por un lado, el inevitable profesor Bustamente sigue hablando de la televisión pública como si el siglo XX no hubiera terminado. Por otro, episodios habituales de regodeo en las redes sociales elevan un hashtag – #rtvedetodos – a las máximas posiciones para quienes buscan un argumento con el que ratificar sus propias posiciones. Y, por otro, una crítica perfectamente fuera de las claves habituales en estos episodios: la de Ricardo Galli, que muestra serias dudas de que la transparencia, el saber qué aparece en la escaleta y, sobre todo, lo que no aparece en una televisión que dice ser de todos (pero que, con seguridad, sí es pagada por todos) no tenga valor por sí mismo. Tomé conciencia del episodio de los consejeros en un rato de insomnio en un hotel y lo que más me sorprendió es que los independientes periodistas de todos de RTVE no dedicaron un solo segundo a informar de los porqués o las argumentaciones de sus consejeros para proponer la medida (representantes, aunque sean pésimos, de sus pagadores: nosotros) sino que únicamente se mostraban a sí mismos en declaraciones y escenas indignadas. Empleaban las reacciones de la red como muestra de su trascendencia. Toma periodismo. Al final, han convertido un vergonzante episodio más de la política española (con la duda del legítimo y verdaderamente razonable argumento de Galli) en un vergonzante episodio de corporativismo periodístico. Santa Madonna, que me van a crucificar. La solución es muy simple: si el estado no da noticias, no sucede esto. Sólo en un ámbito de escasez como el del siglo XX (escasez en gran parte artificial, todo hay que decirlo) se le encuentra sentido. Hoy hay decenas de alternativas al relato de la política que el amparado por los mismos políticos y cargos gubernamentales que deben ser vigilados por esa que dicen es la opinión pública. No hay, no puede haber, no existe ni existirá una televisión de todos: cada versión de los hechos es un relato alternativo y sesgado, algo de lo que RTVE no podrá escaparse esté quien esté. El estado ya informa o debiera informar publicando todos sus datos y dejando que los demás los interpretemos (que los hemos pagado): INE, BOE, Cortes, Ministerios… La única política informativa viable y plenamente democrática es el open data. No, no es el futuro del periodismo el problema, sino el del acceso crítico a la información.