Juan Herbera hacia ayer el cruce de datos necesario para comprender la evolución del mercado cinematográfico: al asociar espectadores con población, pantallas y precios en la última década queda a la luz el evidente retroceso de la asistencia a cines como alternativa de ocio. Un retroceso simultáneo con la preservación a duras penas del volumen de negocio por la subida de los precios. Y es aquí donde empiezan las preguntas: ¿se puede bajar los precios, subir espectadores, mantener la recaudación o aumentarla y, de paso, hacer que el público consuma en espacios monetizados? Con los modelos actuales de explotación – para distribuidor, productor y exhibidor – no lo veo fácil. Cabe imaginar un futuro donde la disposición acceso online y de buena calidad a todos los hogares (algo aún lejano, lejano) permitiría enfocar el negocio de forma más parecida a la televisión y quizá ya sin ventanas: la sala como fiesta, como evento social y excusa promocional, y acceso rápido y masivo desde cualquier dispositivo casi de forma inmediata a un volumen de espectadores mucho mayor y para productos más amplios que “una película” en otra cadena de valor. Mientras, ¿a sufrir? Claro, esto es darle la vuelta al mundo para que pierda el de las butacas y para la nostalgia onírica de la sala a oscuras, que ya no es más que un mito. En mi opinión. Pero vayan y participen de la discusión donde Juan.
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9 abril, 2011 9:49 AM