La prensa española titula repleta de palabras gruesamente admirativas la participación de Javier Bardem en lo que se avecina como nueva megafranquicia, La Torre Oscura. Como suelen decir los americanos, good for him, es decir, felicitémosle. Pero debiéramos decir también good for us: no quiero entrar en el tópico carpetovetónico sobre la envidia y la demonización del triunfo ajeno, pero desde que el oscar de Garci se saludó con tintes desorientados no recuerdo que un solo español triunfando en Hollywood no haya sido sometido a crítica despiadada cuando no al desprecio, obviamente no generalizados. No sólo hay que ir allí y hacerlo (facilito no es) sino que se olvida una cosa: la suma de Antonio Banderas, Pedro Almodóvar, Penélope Cruz y Javier Bardem hace que las apariciones como nominados o como presentadores de talento ibérico en las galas de los oscars sea casi permanente. Me parece que no hay ninguna otra cinematografía ajena a la norteamericana que los organiza (no tomaré en cuenta a los británicos) que tenga una presencia tan constante. ¿Algo que ver con el auge hispano? Mejor que mejor si es así, pero este aspecto es otro más del capítulo de las excepcionalidades falsas. ¿Se le puede sacar más partido? Quiero pensar que sí.