Casi todos los días tengo alguna visita procedente de Google vinculada a la palabra “narcocine”.  Hace tiempo relacionamos el documental que realizó la revista Vice, un clásico sobre el tema. Esta gozosa entrevista que publica el diario mexicano “Vanguardia” a uno de sus actores y productores históricos, el casi nonagenario Mario Almada, no da más información, pero merece la pena: prosigue el aura de confusión sobre si los traficantes pagan o no pagan las películas a fecha de hoy y reflexiona sobre el estado de un género que se ve en decadencia: para Almada, el cambio tecnológico – y la piratería, claro – supone un retroceso para su forma de producir, pero como la verdad tiene muchos ángulos resulta que la decadencia resultaría también un proceso debido al cansancio psicológico de un país que vive inserto en esa especie de guerra civil del siglo XXI que es la pugna con el narcotráfico. Y el público, como tantas veces, parece que quiere olvidar: “Dejamos las armas y ahorita estamos haciendo películas con crucifijos y escapularios”. Cine sin prestigio cultural, eso que siempre llamamos serieB, y que no tiene más remedio que tener clientes: “Para qué te pones a pelear con el mercado. Si el mercado te pide ese tipo de películas pues se las das. Si te pones a hacer películas de arte, un poquito más profundas, más intelectuales, pues… te quedas con ellas.”