Leo unas declaraciones de Carlos Iglesias en Cinemanía: “Cuando estrenas una película tienes que elegir: o buen presupuesto y mala distribución, o lo contrario. Yo elegí lo primero”. Estas son las cosas que no tienen sentido cuando se pretende tener un modelo industrial. Si la película no se puede vender, jamás puede plantearse un escenario de explotación mínimamente riguroso. Priman los deseos de un creador sobre lo que se puede realmente hacer. Con las pelis a veces hay milagros, pero nadie quiere confiar su vida a un milagro y una cuenta en twitter. Una película española con cuatro millones de presupuesto (al menos, lo que pone en los papeles) y sólo setenta y siete copias de estreno, tiene toda la apariencia de no tener excesivo sentido. Añade más adelante: “Pero la película -bromea- no trata de la Guerra Civil, sino de la II Guerra Mundial”. La percepción desde fuera era exactamente esa, el halo de guerra civil, ese sambenito del cine patrio, lo que demuestra cómo el marketing de la película era decisivo para posicionarla en otro punto. Lo que nos lleva a volver hablar de los por qués de cuotas de mercado tan débiles y viejos debates que no se terminan de resolver sobre la sobreabundancia de producción, etc. etc.