Al ministro de no sé qué le ha salido una perfecta versión moderna del tipo de dilemas a los que se enfrenta la televisión pública, sea aquí o en cualquier allá. En la enseñanza de la economía se enfrentaba al estudiante primerizo con el problema de elección de una economía que sólo produce dos bienes, esas simplificaciones científicas tan útiles: cañones o mantequilla. Cualquiera puede darse cuenta de las implicaciones. Esta crisis, que no creo que a pesar de todos sus males proporcione épicas literarias y cinematográficas como Las Uvas de la Ira, puede que nos deje en la ciudadanía la consciencia del coste de oportunidad: dedicar recursos a televisiones públicas que, casualmente, ofrecen unos contenidos indiferenciados de los privados mientras todo el mundo cree que lo suyo no puede ser recortado. Simultáneamente, la autoridad clásica sobre la televisión, sigue apoyándose en argumentos de la era industrial para justificar… lo que cuesta mucho justificar. Uno de los momentos interesantes del verano. Sigan en el agua, que lo que viene puede que sea peor.