Usualmente, la tentación es denominar ladrones a quienes pensamos de otra manera. Pero hay elementos, muchos, del ordenamiento de lo que llamamos propiedad intelectual que, como mínimo, y sin necesidad de ser abolicionista (uno, filosóficamente lo es, el camino para hacerlo es un debate nada trivial), merecen discusión y debate social serio. Por ejemplo: “en Estados Unidos todo conocimiento que surja de una agencia gubernamental es del dominio público excepto los delicados para la seguridad y defensa. En España no es así y es costoso que instituciones culturales basadas en dinero público liberen sus datos para que estén disponibles para todos.” Cineastas, recordad quién ha pagado el NO-DO, que queda mucho documental por hacer.