Hollywood Reporter menciona unas declaraciones del nuevo presidente del BBC Trust: viene a decirles a sus ejecutantes que competir por el talento pagando sobreprecios por sus honorarios no es su misión. Que no tienen que vender anuncios ni subscripiones ni nada por el estilo y que deben asumir que lo suyo es “descubrir, entrenar y emplear talento por unas pocas temporadas”. Y, lo que es parece peor, deben acostumbrarse a vivir con ello. Trasladar esta reflexión no sólo al talento en España o la puja por los derechos deportivos parece más que evidente por múltiples consideraciones de interés social, que un servidor ha comentado desde su punto de vista decenas de veces. Los ejecutivos de las televisiones públicas españolas viven con el síndrome de la audiencia aunque ya no se les pague por ello, sometidos a sistemas en los que los políticos llaman educadamente tener relevancia a lo que, simplemente, es ser visto con el no confesado fin de influir en la población acerca de sus valores e intereses electorales. Pero esa fiesta se acaba: mientras RTVE celebra sus vacíos liderazgos de audiencia, la audiencia real cada año que pasa es menor, aunque crezca en franjas o cualquier otro artificio de cifras pensado para un servicio comercial. El drama de lo público está servido: si compite por la máxima audiencia su servicio es equiparable al privado (luego podemos ahorrarnos los millones), si se concentra en lo que el mercado no da (cada vez menos) su visionado se reduce hasta extremos en los que cabe preguntarse para qué gastamos el dinero. Esta esquizofrenia será mayor cada año.