El discurso de Macho en los Goya es correcto: la lectura completa del texto dice cosas ciertas y de sentido común que, generalmente no se resaltan bien. Para la mirada internauta habitual, tremendamente ofuscada porque sólo se ve el discurso negativo de gente muy inteligente – Macho, lo es – lo que dice debiera ser leído con cuidado: es cierto que internet no es una alternativa económica a la producción de cine actual (tal y como se hace ahora) y es cierto que el cine español (que, como bien dice y suele recordar Manuel Cristóbal, no debiera ser un género y malo es cuando el público piensa así) logra situar su talento año tras año en Hollywood, algo que pocas o casi ninguna cinemtografía consigue. Pero dentro del discurso, creo que es hora de introducir elementos diferentes: ¿cuál es el único sitio donde se puede intentar competir en igualdad de condiciones con la industria americana que todo lo puede y ocupa entre el 70 y el 90% de todos los mercados donde hay otro cine además del americano y, encima, hacerlo en más de un territorio? Esto supone la valentía de mirar al futuro pidiendo fibra óptica por todas partes, pensar en modelos de financiación más televisivos que de venta de entradas, potenciar los géneros y formatos que sí viajen fuera y el aún-hay-más de superar el dolor de asumir que, para un futuro mejor, la sala no es el mejor sitio para competir ni llevar a la gente: van pocas veces al año, frente a noches perpetuas ante pantallas teóricamente pequeñas. Supone olvidar el concepto de productos separados según su destino de estreno para concebir la batalla industrial y cultural en los nuevos canales. Supone el dejar de pensar en producir y mucho más en qué, cuánto y cómo se puede vender. Y, para eso, el sistema de incentivos no puede estimular la permanencia en el siglo XX ni en lo local, algo que incluye hasta cómo se conciben premios como los de anoche. La batalla cultural e industrial (ya) está perdida en este esquema. El gran entretenimiento mundial y globalizado tiene muy complicado producirse aquí, pero tiene mecanismos para repartir la tarta en más sitios, mucho más cuando puedes canalizar talento vinculado a la minoría cultural que más rápido crece en el país que todo lo domina. En definitiva, y dicho todo muy simple, asumir el presente no implica dejar de preparar el futuro, sobre todo hay que tener claro que el futuro no puede ser el intento de conservación a toda costa de una capa profesional y empresarial que ahora sabe cómo explotar un sistema que es más una circunstancia que un modelo de negocio: ni el cine es lo único audiovisual que hace cultura, ni es el mejor mecanismo para competir, ni los espectadores masivos crecen con él: están creando sus propias historias en sus máquinas de videojuegos y sólo salen corriendo al cine para ver vampiros y cosas por el estilo que volverán a aparecer en sus máquinas de juegos y en sus perfiles sociales en teléfonos móviles cargados de música.