En Embed me invitan a formular mi código fuente audiovisual. Embed lo hacen personas a las que admiro muchísimo y a las que sigo desde hace años, cuando internet no era una red social. Me siento, pues, honrado. Felipe G. Gil (un hombre de Zemos98) explica el concepto y nos deja una elaboración insuperable de la forma de entender la creación de nuestra era, justamente esa que no entienden los abogados con los que discuto. Ni los productores. Ni muchos otros. Pero qué le vamos a hacer: sostenella y no enmendalla. Es brillante: «El código fuente es un conjunto de líneas de texto que son las instrucciones que debe seguir una computadora para ejecutar un programa. Compartir el código fuente es la base del software libre. Y la cultura implica dos cuestiones básicas con respecto a esto: por un lado, asumir que “toda obra intelectual es derivada” (Lawrence Liang); es decir, que nuestra noción de creatividad está sujeta a una serie de convenciones que habría cuestionar, que hay que reconstituir nuestra noción sobre el origen de las ideas y que debemos exigir una reformulación de las actuales leyes del copyright así como de los modelos de negocio de las grandes industrias culturales; y por otro lado, defender la idea de la cultura como un palimpsesto infinito, del arte como un juego entre todos los seres de todas las épocas y de la remezcla como un sistema operativo transversal que afecta a los procesos educativos y comunicativos.» Víctimas de la vida, lo he titulado, extraído de un monólogo de José Sacristán en Solos en la Madrugada.