Gracias a FAPAE, me he ahorrado mucho tiempo de comparar papel con papel los programas en materia audiovisual de los dos partidos dos que suelen gobernar. En realidad, uno piensa que son una inmensa pérdida de tiempo porque están redactados para no decir nada, pero tiene su aquél para reirnos después con la realidad de los hechos verdaderamente practicados. Me encanta ésta del PSOE: “Mejorar la financiación, pública y privada, de la producción cinematográfica”. Son construcciones con las que suena casi imposible no estar de acuerdo – ¿quién no quiere que algo mejore? – pero que no dicen absolutamente nada: ¿qué es mejorar?. ¿Cómo se supone que debe mejorar? ¿Cuánto? ¿Para quién? ¿Para quiénes? En fin, las del otro partido son de la misma guisa, verbos fantásticos a ambos lados como “fomentar”, “reforzar”, “favorecer”, “estimular”. Guai. Como siempre, el diablo está en los detalles, en los que no se dan, y en los que rezuman como parte de las intenciones no explícitas pero que sí concuerdan con los supuestos de los sueños más húmedos de cualquier pose ideológica. Así, el programa del partido que se supone saliente, resulta curiosamente “conservador”: todo huele a más de lo mismo, regulaciones, consejos audiovisuales, ¡planes!… mientras que el del bando contrario podría ser “innovador” (digo esto para no invertir los términos y que me sacudan si insinúo que puede ser “progreso”): impulso – otra vez, cuántas veces hemos oído esto – al mecenazgo. Esta cuestión es la que ha resaltado más. Por supuesto, uno tiene serias dudas de que se lleve a cabo de una forma útil (pues, parece, ganarán), pero me interesa más por el tipo de reacciones que suscita. La crítica vamos a llamar intervencionista a la financiación de la cultura (sic) suele sostener que eso del mecenazgo no es para estos lares, sino para anglosajones y gentes de otra guisa. De entrada, me resulta como esos viejos comentarios de la lejana y aburridamente mítica ya Transición, donde aquéllo que se llamaba el búnker decía que la democracia no era para españoles y tal y tal. No estaría mal que, por una vez, le dejaran a la gente probar si lo es con el marco regulatorio adecuado (por otro lado: ¿cuál es?), especialmente si lo adaptamos a los nuevos tiempos y al sistema de producción cultural de la sociedad informacional. O que sea algo exclusivamente, en la práctica, de ricos o para desgravar a grandes empresas. Después de todo, el casticismo ibérico suele ser muy solidario, pongan un terremoto en el telediario y una cuenta corriente y allá que van en manadas. Luego, creo, no se puede dar por hecho que no pueda ser costumbre o actitud. Pero el mecenazgo es sólo una parte del problema. El mecenazgo es para lo que no tiene mercado (es decir, generalmente lo experimental, lo artístico, lo minoritario) pero industria es otra cosa. Y ahí el panorama de los programas es más triste: administrar la miseria del desastre de la televisión pública y de las licencias concedidas a dedo es la norma de lo que se lee. Mientras, Irán emite canales en español que, por muy limitada audiencia que pueda tener, pondría el dedo en la llaga de las limitaciones de pensamiento estratégico audiovisual del Estado que padecemos para algo que tendría justificado hacer mucho mejor de lo que lo hace (otro día, más). ¿Han visto que el debate se podía ver por todas partes? Sigo sin entender qué hace la televisión pública que sea diferencial. Con el dinero que cuesta.