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¿El mecenazgo es posible? (continuación)

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Una de las leyes más esperadas y que no llegan nunca es la relacionada con el mecenazgo: digamos que el sentimiento de quiénes tienen interés en ello se inclina por pensar que la hacienda española no va a fomentar ahora reducciones de impuestos por esta vía y seguramente ninguna otra. Hoy aparece publicada una encuesta que sostiene que el 37% de los españoles estarían dispuestos a rascarse el bolsillo y donar a la ciencia. Para el diario que lo publica la visión es pesimista: sólo el 37. A mi me parece un montón de gente. Pero la encuesta dice que hay otro veinte que no lo haría por falta de posibilidades, lo que vendría a decir que puede haber una cantidad que sí pudieran afrontar y tendríamos muchos más. Después podría resultar que esto es como los documentales: que si preguntas qué es lo que más se ve no hay fulano que no se muestre culto, pero si consultas las audiencias reales (o las mediciones de ellas que se presetan como reales) nadie los ve. Hace casi un año, no obstante, Josep Baselga anunciaba en la prensa que sería el mecenazgo lo que salvaría la ciencia en esto que se conoce como España. Si ponemos la palabra donación con fenómenos propios de la sociedad red (es decir, cooperación en redes, cocreación de contenidos y proyectos) pareciera que el destino se confabula para dignificar e institucionalizar los mecanimos legales y técnicos para hacer de la donación masiva en todo tipo de cantidades una nueva forma de mercado con entidad como para desenvolverse en él. La propia constatación de que el estado no puede con todo (y uno cree que eso va más allá de lo que pase con esta crisis madre de todas las crisis) y de que los sistemas de financiación clásicos no pueden llegar a multitud de actividades por sus propias exigencias, debiera hacer el resto.

 

¿El mecenazgo es posible?

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En la discusión sobre el valor del mecenazgo como potencial substituto del habitual recurso a la subvención como forma de financiar la cultura, hemos visto que un argumento habitual es la falta de hábito de la población española a la cuestión, poniéndose como referencia la habitual proclividad anglosajona sobre la cuestión. Uno tiene sus dudas y cree más bien que es un problema de estructuras legales e incentivos. He dicho creo, no tengo pruebas. La Vanguardia publica hoy este artículo que recomiendo que se titula curiosamente “El Mecenazago salvará a la ciencia en España“. Si tiene razón el entrevistado, Josep Baselga, puede salvar la cultura en España. Hecha la salvedad de que uno cree que un término tan genérico no está en peligro sino todo lo contrario, merece la pena atender al argumento: “No lo dan, lo invierten. Cuando una persona o una entidad donan dinero para una causa, lo que esperan es que tenga un retorno. No será un retorno económico sino social. Pero espera resultados. Mi misión es saber comunicar qué nos hace falta para poder realizar la investigación y cuáles serán los resultados […] No se trata de pedir ni de vender. Se trata de tener clara cuál es tu visión, de tener un proyecto bien definido en que sepas qué quieres conseguir y qué necesitas, y de explicar bien las cosas tal como son”. Creo que vale para el cine, especialmente entendido como arte o de autor.

Entre la nada y el mecenazgo

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Gracias a FAPAE, me he ahorrado mucho tiempo de comparar papel con papel los programas en materia audiovisual de los dos partidos dos que suelen gobernar. En realidad, uno piensa que son una inmensa pérdida de tiempo porque están redactados para no decir nada, pero tiene su aquél para reirnos después con la realidad de los hechos verdaderamente practicados. Me encanta ésta del PSOE: “Mejorar la financiación, pública y privada, de la producción cinematográfica”. Son construcciones con las que suena casi imposible no estar de acuerdo – ¿quién no quiere que algo mejore? – pero que no dicen absolutamente nada: ¿qué es mejorar?. ¿Cómo se supone que debe mejorar? ¿Cuánto? ¿Para quién? ¿Para quiénes? En fin, las del otro partido son de la misma guisa, verbos fantásticos a ambos lados como “fomentar”, “reforzar”, “favorecer”, “estimular”. Guai. Como siempre, el diablo está en los detalles, en los que no se dan, y en los que rezuman como parte de las intenciones no explícitas pero que sí concuerdan con los supuestos de los sueños más húmedos de cualquier pose ideológica. Así, el programa del partido que se supone saliente, resulta curiosamente “conservador”: todo huele a más de lo mismo, regulaciones, consejos audiovisuales, ¡planes!… mientras que el del bando contrario podría ser “innovador” (digo esto para no invertir los términos y que me sacudan si insinúo que puede ser “progreso”): impulso – otra vez, cuántas veces hemos oído esto – al mecenazgo. Esta cuestión es la que ha resaltado más. Por supuesto, uno tiene serias dudas de que se lleve a cabo de una forma útil (pues, parece, ganarán), pero me interesa más por el tipo de reacciones que suscita. La crítica vamos a llamar intervencionista a la financiación de la cultura (sic) suele sostener que eso del mecenazgo no es para estos lares, sino para anglosajones y gentes de otra guisa. De entrada, me resulta como esos viejos comentarios de la lejana y aburridamente mítica ya Transición, donde aquéllo que se llamaba el búnker decía que la democracia no era para españoles y tal y tal. No estaría mal que, por una vez, le dejaran a la gente probar si lo es con el marco regulatorio adecuado (por otro lado: ¿cuál es?), especialmente si lo adaptamos a los nuevos tiempos y al sistema de producción cultural de la sociedad informacional. O que sea algo exclusivamente, en la práctica, de ricos o para desgravar a grandes empresas. Después de todo, el casticismo ibérico suele ser muy solidario, pongan un terremoto en el telediario y una cuenta corriente y allá que van en manadas. Luego, creo, no se puede dar por hecho que no pueda ser costumbre o actitud. Pero el mecenazgo es sólo una parte del problema. El mecenazgo es para lo que no tiene mercado (es decir, generalmente lo experimental, lo artístico, lo minoritario) pero industria es otra cosa. Y ahí el panorama de los programas es más triste: administrar la miseria del desastre de la televisión pública y de las licencias concedidas a dedo es la norma de lo que se lee. Mientras, Irán emite canales en español que, por muy limitada audiencia que pueda tener, pondría el dedo en la llaga de las limitaciones de pensamiento estratégico audiovisual del Estado que padecemos para algo que tendría justificado hacer mucho mejor de lo que lo hace (otro día, más). ¿Han visto que el debate se podía ver por todas partes? Sigo sin entender qué hace la televisión pública que sea diferencial. Con el dinero que cuesta.

La gran banca en la microdonación que llamamos crowdfunding

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En estos días se ha producido el lanzamiento de Friends&Family, una plataforma para realizar procesos de crowdfunding (es decir, las pequeñas donaciones realizadas por particulares para proyectos de otros particulares) por BBVA empleando, obviamente, su infraestructura bancaria. Uno se pregunta si no había un nombre menos geek (recuerden que la tercera efe es la de fools, clásico de las startups tecnológicas), pero es altamente astuto. No obstante, las primeras sensaciones son algo tristes: los proyectos de pequeños empresarios pueden verse machacados en las plataformas que han construido para poner en contacto a la gente ante la fuerza y la credibilidad en el movimiento del dinero que tiene un banco, a pesar de la baja popularidad de estas entidades en estos momentos. Supongamos que todas las entidades abren una, observemos que tienen redes internacionales. Pero así es la vida. Por otro, confirmaría una fuerza más de lo que JWT cree que es una de las tendencias de futuro: la hiperpersonalización. No es que JWT sea muy original, pero lo cuenta muy bonito y lo pone en el contexto de la publicidad y las marcas. En este reciente artículo refieren al uso de los cajeros automáticos para facilitar donaciones, en este caso de las clásicas, grandes entidades humanitarias, catástrofes etc. Los pequeños, en cambio, tienen como mayor problema romper el círculo de amigos y conocidos cuando lanzan un proyecto de recaudación por la red. Lo interesante de la suma de todos estos episodios es el crecimiento de la normalidad de la microdonación como vía para lograr los proyectos que uno desea y que tantas veces, al menos en la mentalidad local, se pretende que sean cosa del estado: lea aquí el arte y la cultura, eso que se iba a morir. Lo interesante es también la progresiva generalización de la estructura tecnológica para hacerse uno mismo la búsqueda del dinero.