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septiembre, 2012

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Pugna de precios en los videoclubs online (legales)

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Un correo promocional que recibo de Nubeox (Antena3) promete descontar el valor del IVA, sólo hoy domingo, de los precios de sus alquileres online. Curioseando en busca de qué me gusta, veo Los Idus de Marzo a 2,36 euros con un cartelito que pone ¡oferta!. He ido a comparar con Youzee y la dan a 2,99 euritos. En Wuaki, la cosa sube a 3,99 y no anuncian HD, que los de Antena3 y Youzee, sí. Bien: parece que la oferta online normalizada se debe empezar a enfrentar a una realidad competitiva inevitable: mismo producto, tecnologías similares y cercanas a la trivialidad… sólo el precio diferencia. Y si solo el precio diferencia, la cosa reside en ver quién es más fino con sus costes y aguanta más. Es cierto que en el estado inicial en que está la cuestión, el mercado crece, pero ya hay que imaginarse una fuerte tensión a medida que madure y hasta listos inventando comparadores de precios. Qué mal rollo. Mientras, Filmin no tiene Los Idus de Marzo, pero el catálogo no tiene nada que ver: tiene las cosas que los demás no van a tener interés en tener. Filmotech parece que se inclina por posicionarse como el cine en español. Panorama fascinante. P.D.: en ningún lado he encontrado un clásico como Harold y Maude, así que me la he descargado – estupendamente, por cierto – desde Pirate Bay.

La Que Se Avecina, los piratas y el nuevo delito de ver lo pirateado

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Telecinco remite una nota de prensa “aclaratoria” sobre el caso de la aparición en páginas de enlaces de un episodio de la nueva temporada de LaQueSeAvecina a punto de empezar: «Estimados compañeros: Os recordamos que cualquier instrucción para ver o bajar ilegalmente un producto audiovisual supone un delito, por lo que os pedimos que retiréis de vuestras informaciones o vuestros foros cualquier indicación de ese tipo.» ¿Delito? ¿Están seguros? Un abogado amigo me dice que no. El caso es que yo lo he leído en una nota de un periódico. Así que supongo que si la tesis de Mediaset es cierta, enlazándola tanto el periódico como yo estamos cometiendo un delito. Me autoinculpo entonces. Estamos llegando al ridículo: el mismo medio que me facilita la noticia y la llegada al contenido violentado, publica una nueva nota que se suma a la idea de que ver es delito. Por si acaso, no es malo releer este artículo de opinión de un par de tremendos piratas que brindó el New York Times hará como un mes explicando por qué la piratería nunca acabará. Hoy mismo aparecen nuevas de un ingenio que mejora la impresión 3D. Ver cómo avanza el fabbing  acerca la ya anticipada aparición de un nuevo frente corsario: el de la copia de muñequitos de merchandising, por ejemplo, que bien pudieran ser de Star Wars. Es una historia de nunca acabar: la piratería es una forma especial de demanda insatisfecha que no se termina con la represión, aunque la represión sí parece mejorar la ventas legales digitales. Podría decirse que hace parcialmente bien su trabajo, al menos por un tiempo: la oferta de precio coexiste y compite con lo gratis de un modo llamémosle mejorado. Pero queda la duda de si esa forma de represión parcialmente exitosa puede vivir con precios demasiado altos o cercanos al precio histórico de la copia física, pues genera un nuevo incentivo para buscarla en el espacio ilegal. Sin piratas nadie habría mutado a la distribución digital y sin piratas los precios no tendrían esa tendencia a bajar (algo que se supone es bueno para la sociedad, innovación y costes menores para esas defensas de la cultura que tantas bocas llena de presunta legitimidad). Quizá porque los piratas sólo son la fiebre de un cambio tecnológico que obliga a hacer otras cosas sin consideración por el respetable statu-quo de tantos. Es decir, que Telecinco puede vivir estupendamente amenazando a todo el mundo e irle mejor en sus ventas que si no lo hace y los demás pueden ver el episodio de modo inconfesable. Más o menos un escenario parecido a que el estado se hinche a ganar dinero con el tabaco mientras la gente cultiva en macetas sus estupefacienes favoritos. Y eso mismo al tiempo que se llenan los telediarios de alijos descubiertos de esas mismas substancias en oscuros vericuetos de barcos y camiones y se celebra con tanto ruido como la detención de Kim Dotcom: se sigue fumando y se sigue pirateando y, más divertido aún, Kim Dotcom reaparece al contraataque.[ACTUALIZACIÓN: Resulta que Mediaset sería la responsable de la filtración por incompetencia, lo que hace todavía más risible y patética la formalización de la persecución al usuario y desvela hasta qué punto el desmadre de los derechos afecta a las mentes (vía)][ACTUALIZACIÓN II: En El País se asegura que han encontrado al culpable, que le han denunciado y que denunciarán a tutiplén. Qué misterio tan bonito]

Obamaworld busca financiación colectiva

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Este es uno de esos posts que se hacen fuera de las temáticas habituales, si bien dentro de las cuestiones clásicas que nos preocupan. Jordi Pérez Colomé, el autor de Obamaworld, un excelente blog sobre política y conflictos internacionales, ha iniciado una campaña de financiación colectiva para cubrir las próximas elecciones norteamericanas. Soy lector habitual, consumidor de sus excelentes libros y, por circunstancias que no vienen al caso, observante de su preparación de la campaña. Merece la pena contribuir. Yo ya lo he hecho e invito a hacerlo aunque en muy pocas horas ya ha cubierto casi todo el objetivo: Jordi promete aportar más si la recaudación crece. Una opción interesante de compensaciones por aportar reside en la capacidad de programar un encuentro/conferencia con él para conocer de primera mano los detalles y sus opiniones. Si alguien se quiere apuntar y reunir entre varios los fondos para hacer una en Madrid, que cuente conmigo.

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Ecce Homo transmediático

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El buenísimo de Eduardo Prádanos se marcó una estupenda presentación en Branducers en la que decidió sorprender a la audiencia nombrando a Cecilia Giménez productora transmedia sin saberlo. A continuación (y citándome, algo que le agradezco aunque sea inmerecido), mostró como el caso del Ecce Homo de Borja sería todo un caso de producción transmediática: el episodio reúne todos los elementos descriptivos de la cuestión transmedia y él lo asocia brillantemente para mostrar cómo existen marcas que, sin querer, se han visto desarrolladas por ello: la de Borja, la localidad zaragozana, y la de la propia Cecilia si se lleva hasta el extremo el personal branding. No es el único: leo en el blog de José Antonio Gabelas la misma interpretación. Ambas descripciones son muy ilustrativas del caso. De hecho, Gabelas sería menos rotundo que Eduardo y se hace la pregunta retórica de si realmente estamos ante un fenómeno transmedia aunque me parece evidente que él lo cree. La solución es simple: releer la introducción de Convergence Culture del profesor Jenkins nos permite comprobar como el caso de Borja es absolutamente similar al que él describe sobre una parodia de Bin Laden en el año 2001 hecha por un estudiante filipino y que termina con protestas callejeras en Oriente Medio. Y sirve la historia para mostrar cómo es la comunicación de nuestro tiempo, inevitablemente transmediática. Ayer me atrevía a señalar que la cuestión de definiciones de corrientes de trabajo tan relativamente nuevas generan enorme confusión y mucha tinta que, creo, se debe a la ausencia de trabajo real de proyectos mientras encontramos las claves para llevarlos a cabo. Así, es importante rememorar a Massimo Martinotti, quien siempre recuerda que transmedia es prácticamente cualquier cosa: basta con llevar un libro al cine. Pero que la narrativa transmediática, es decir, el propósito deliberado de contar una historia con esas características, es lo que verdaderamente cuenta: desarrollar las técnicas y claves para hacerlo, más allá de los fenómenos espontáneos. Es más, el libro que tiene en galeradas sobre cómo enfoca su trabajo, será una excelente ayuda a las agencias de comunicación y a las productoras publicitarias, porque se detiene precisamente en esos detalles, los de inventar y conducir la historia. Quedamos a la espera.

Más sobre el desmantelamiento de la televisión privada

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Vanitatis entrecomilla unas declaraciones de Paolo Vasile al respecto de la fusión de Antena3 y LaSexta: «Hay que celebrar que el río vuelve a su cauce. Existía la necesidad de estar en un sector ordenado y bien dimensionado ya que es un seguro de vida para las empresas y para los que trabajan en ella». La traducción correcta de seguro de vida es precisamente esa: que las televisiones no puedan quebrar. Perpetuar un modelo de actividad empresarial donde un duopolio rentabilísimo hace y deshace en un tiempo donde la tecnología permite otros escenarios: que haya empresas que no puedan quebrar es injusto e inmoral. Por cierto, es la misma crítica que algunos hacen a los bancos en momentos como éste. Es por eso por lo que una política de desarrollo audiovisual que verdaderamente piense en cosas como pluralidad, ciudadanía, etc. etc. debe tener como programa no la intervención (es decir, el reparto de favores entre clase política y empresarios con ventaja, propietarios exclusivos del poder de cobertura territorial de sus licencias) sino llegar a un escenario tecnológico donde el reparto de favores no tenga razón de ser. Que es lo que pasa cuando alguien pone un restaurante. O un periódico. Pero, sorprendentemente, incluso a los más fervososos defensores de la tecnología les resulta tremendamente chocante que las reglas pudieran ser iguales.

Atrapados en las definiciones (Branducers 2012)

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Ha sido interesante Branducers este segundo año como un buen ejemplo del estado del arte de lo que piensan, creen y dicen las personas que se enfrentan a la idea del branded content. A muchos intervinientes se les pedía para cerrar una definición de lo que es branded content. Las respuestas no son lo interesante, en mi parecer. Más valor tiene ponerlo en contraste con lo que ha sucedido con las definiciones entorno a transmedia y narrativa transmedia. Los primeros héroes y difusores del concepto se encontraron en multitud de eventos y discusiones en los que se pretendía definir la cuestión generando interminables discusiones. Cuando tenemos tanta espesura, creo que debemos sospechar: no entendemos bien lo que es, aunque parece que existe. Al final, alguien llegó a la conclusión de que crossmedia y transmedia daban igual como término y que podías usar el que quisieras. En realidad todo consiste en diseñar narrativa transmedia: el propósito deliberado de crear historias cooperando con lo que antes llamábamos audiencia, de su crecimiento por medios distintos y por la superposición de capas de contenido que crean grandes ecosistemas o universos donde se crean más y más historias. Digamos que el branded content existe hace mucho, pero ponerlo como estrategia relevante y de materia de futuro no viene de hace tanto y el hecho de que nos preguntemos tan intensamente sobre en qué consiste debe llevar igualmente a la sospecha de que aún no entendemos bien lo que es. En parte, es seguro que procede de su escasez: el lamento – o esperanza – de las conclusiones de algunas personas clave del encuentro era verse de nuevo el año que viene con la posibilidad de mostrar muchos más casos y más relevantes. Por cierto, esa idea de que algo llega pero que está en conflicto con el presente, también rondaba el Branducers del 2011. Pero uno cree que las cosas cambian y que prontamente nos olvidaremos de las definiciones porque se estará ocupado en hacer ese contenido de marcas. Contenidos que veremos como naturales y obvios, como también esperamos del futuro olvido de la expresión televisión social por convertirse el fenómeno en una obviedad y no en una tendencia emergente.