En realidad, elementos de software y procesos de negocio. En el texto de Paidcontent lo que se cuenta es que Kickstarter, ha demandado a un músico que ha obtenido una patente para su propia plataforma de cocreación y que reclama a Kickstarter que la licencie. El músico dice tener buenas intenciones y argumenta que las microdonaciones no son otra cosa que fomentar limosnas (¡!). Mientras, Kickstarter cree que son cosas impatentables de acuerdo con la ley. A ver qué sucede. Pero lo que debiera interesarnos es cómo el enorme entramado de la “propiedad” intelectual acarrea inmensos costes en demandas, localización de titulares de derechos, sobreprecios (por ésta y otras circunstancias) y que todo esto conduce a dificultar la innovación y, por supuesto, la competencia: ¿cuánto tiene que pagar en costes legales una nueva compañía, siempre ávida de dinero para crecer, para evitar morir ahogada por reclamaciones absurdas y costes de abogados? Es decir, es el mero hecho de que alguien pueda realmente patentar – crear un monopolio – sobre estas cosas lo que muestra la torpeza y el vicio de un sistema que tiene verdaderos problemas para demostrar que, efectivamente, impulse la innovación y la creación. Una vez más, pensar en términos de descargas (y el número de David Bravo en San Sebastián, dicho con todo el afecto que le tengo, me parece que no ha contribuido a pensar de otra manera) sólo conduce a señalar con el dedo un síntoma y no el problema verdadero. Para los defensores de una reforma profunda (es decir, no para los consumidores que sólo piensan en ver gratis por el mero hecho de la gratuidad), una vez que los nuevos sistemas de distribución estén consolidados en los nuevos jardines cerrados que se van activando por doquier, va a ser difícil encontrar una movilización del público.
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Paradojas radiofónicas (yII)
Comentarios desactivados en Paradojas radiofónicas (yII)El nudo gordiano de la cuestión sería doble. Esta cita de hoy, sería uno: “Pero si los propios narradores que están en los campos recurren un 80% del tiempo a la televisión que tienen en las cabinas. Es evidente que se pierde el sonido ambiente, pero el domingo los oyentes no avisados apenas pudieron detectar que la retransmisión se hacía vía televisiones”. Es decir, los partidos pueden narrarse sin impedimento sí o sí. El segundo es el de ayer: la contradicción de argumentos en la que incurren las empresas radiofónicas y sus propietarios al alegar eso del derecho a la información (¿les impide alguien decir que el Barça ganó 5-0? ¿que se marcó en tal minuto?) pero en otros sitios y lugares mostrarse acérrimos defensores de esos otros derechos: los de la denominada propiedad intelectual. La cuestión es que, a los precios de los pinchos de datos móviles, que unos amigos retransmitan con una cámara de fotos un partido desde cualquier campo es, simplemente, trivial y no descartable de modo masivo. ¿Vamos a inspeccionar los estadios persona a persona y rastrear entre las gradas a quien tiene cámaras grabando durante los partidos? Otro parecido con las salas de cine. Esto explica la patente de Apple para bloquear grabaciones con móviles. A cada bloqueo, un nuevo hackeo. Y así seguimos.
“Los derechos de propiedad intelectual no sólo tienen que ver con la Ley Sinde”, termina un artículo en El País sobre patentes de genes y diagnósticos basados en la genética. Está muy bien que, al fin, alguien en los medios generalistas lo diga. Los problemas del sistema de propiedad sobre las ideas cada día muestran más evidencias de no cumplir con su función: promover la innovación. “El problema ahora es que, a diez años vista, no está claro que las patentes hayan logrado su objetivo. “Hay muy pocas evidencias de que hayan promovido las innovaciones en el diagnóstico”. Merece leerse entero. El paralelismo con las artes es absoluto: “Cuando hay miles de genes con un sinfín de propietarios, ¿cómo nos abriremos camino en el entresijo de patentes resultante para facilitar la aplicación de genotipados múltiples, o para analizar genomas completos?“. El mismo problema de Pandora, el distribuidor de música digital que no puede extender su servicio por la fragmentación por territorios, la ruptura del concepto de copia de la era analógica y los altos costes que hacen inviable la extensión del negocio. Como no hay forma de saber quién es el autor de La Macarena de Los del Río, una composición que se ha gestado como pura remezcla y recreacion de los trabajos de unos sobre otros: el mismo proceso de la innovación científica. ¿Quién puede atribuirse moralmente la propiedad completa? ¿Quién puede decir que puede generar actividad intelectual sin acudir a lo que ya existe?