A los más o menos rebeldes y libertarios comentaristas sobre internet nos gusta insultar referirnos a ministros, entidades de gestión de derechos, cineastas con opiniones y todo tipo de críticos a la superesión del canon, nuevas formas de propiedad intelectual, partidarios de controles y leyes que restrinjan el uso y acceso a la web etcétera, etcétera, como luditas. De modo resumido, los luditas son aquéllos que se oponen al cambio tecnológico porque destruye su forma de vida y de hacer negocios. Xavier Sala i Martín recuerda esta idea arrojadiza en uno de los vídeos que publica en La Vanguardia sobre economía. Lo más interesante no es el recuerdo de los enemigos del cambio tecnológico, son otras dos cosas: su explicación de que este fenómeno sucede siempre que tenemos tecnologías que sustituyen a las anteriores y, en segundo lugar, la enunciación de las estrategias para intentar evitarlo. Básicamente se refiere a que siempre recurren al gobierno para pedir medidas que impidan que quien lo hace mejor que tu no pueda ganar dinero. El llamado robo, calificatitivo que se emplea frecuentemente por el uso que hace la gente de los bits, lo es por leyes que, precisamente, contribuyeron a escribir y que no dudan en presionar para reescribir constantemente. Ahora echen una mirada a los textos y posicionamiento de Mesientodecine y traten de ponerle un adjetivo. En una lista de correo en la que comento con otras personas sobre la evolución del lenguaje audiovisual, alguien decía que al ver el panorama de lo que fueron los proyectos web de vídeo del año 2007 y donde estamos hoy resultaría que seguimos en el 2007. No, no lo estamos, el mundo se ha transformado, pero muchas veces no lo parece. En cambio, sí parece que esta reflexión que hago ya se daba en el 2007 y antes del 2007. Microsoft lleva décadas protestando por la piratería y ahí está. Y sigue habiendo música aunque casi no haya tiendas de discos y su muerte fuera anunciada varias veces.
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diciembre, 2012
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Una de los comentarios más recurrentes que se producen alrededor del éxito de Paco León con su película de bajo coste y distribución sin barreras es el de que es excepcional y, por tanto, no repetible. En síntesis, una casualidad, una rareza, una carambola del destino. Se suele añadir que sin ser Paco León un actor famoso, todo hubiera sido imposible. Yo creo que esta mirada es un punto de vista erróneo, no porque sea inexacto, sino porque no tiene en cuenta el modelo tradicional, el contexto y las oportunidades de los nuevos tiempos. Diré por qué.
Es una cuestión de márketing: ¿el atributo legal repetido una y otra vez en toda la comunicación es algo que le importa al cliente o le importa a los promotores?. Una cuestión observadora: ¿Por qué quienes quieren convencer al público para que se informe en un sitio y no en otro no son capaces de movilizar más que a los mismos personajes que no van a tener atractivo al público que debiera cambiar de hábito?. Tanta gente en el mismo saco y con tanto aroma a subvención tiene sensaciones de caso Libranda. En Wuaki, que piensa bastante en el cliente, decían no hace tanto que su negocio no se basaba en competir contra las páginas de descargas. Juzguen ustedes.
Un año más tarde, la búsqueda más popular de este blog, la que se mantiene cada día y cada semana suceda lo que suceda en lo más alto del registro de visitas, siguen siendo las múltiples combinaciones de palabras referidas a la existencia de porno en Netflix. Siempre he tenido la curiosidad de determinar si lo había, especialmente en la sección latinoamericana del videoclub online por antonomasia. Dado que en Estados Unidos sigue alquilando DVD físico no es fácil de rastrear si tienen una oferta generalmente tan atractiva peléandose con los filtros de geolocalizacón. Le he dedicado un ratito a las averiguaciones pertinentes y el gran hallazgo consiste en que alguien creó un buscador para encontrar el material pornográfico en el site, puntuarlo y todas esas cosas tan divertidas. Las malas noticias es que el concepto de porno que se localiza es más bien aquello que se calificaría como subido de tono, atrevido y escabroso. Es decir, poco que ver con lo que se suele esperar de un Garganta Profunda aunque el documental sobre la historia de este clásico sí forma parte del catálogo. Señores paracaidistas: ya pueden terminar su búsqueda. Hasta el año que viene.
Hace dos días, Paco Asensi, director de desarrollo de negocio digital de RTVE, aseguraba en una mesa redonda en el curso “Televisión social, transmedia y nuevas narrativas audiovisuales” que organiza Unidad Editorial que “RTVE se define como una empresa transmedia”. Y tenía que ver por cómo están concibiendo sus productos y trabajo. Ya no es sólo televisión, parece ser. Ayer, Mediaset enviaba una nota de prensa con este título: “TRES “MARCAS” MEDIASET ESPAÑA, MITELE, “GRANHERMANO 12+1” Y “LO IMPOSIBLE”, ENTRE LOS 5 TÉRMINOS MÁS BUSCADOS EN ESPAÑA EN GOOGLE”. Frótense los ojos y piensen un segundo: ¿una empresa de televisión presumiendo de posicionamiento en buscadores? Si tiene que hacerlo, por algo será. Es de conocimiento público el hecho de que la inversión publicitaria en internet sube y sube y que el tiempo de atención en la web es enorme y que el usuario (antes conocido como espectador) tiene los medios para ver su programación cuando quiera y donde quiera y, lo que antes se decía que era peor, lo hace. Teníamos más síntomas de que la televisión había cambiado en cuatro líneas (y, el cine, en un banner). Ahora yo creo que, vistas las dos citas de hoy, ha cambiado defintivamente y parece que no nos hemos dado cuenta.
Zattoo se relanza en España
Comentarios desactivados en Zattoo se relanza en EspañaUn clásico de los años primerizos del vídeo online, fue (nunca se fue, pero estaba dormido) Zattoo. Publiqué mucho en su día sobre ellos. Acabo de recibir una nota de prensa en la que anuncia recobra su actividad comercial en España. Mantienen oferta grauita y premium, ahora insisten en tablets y anuncian que van a por aplicaciones para Smart TV.
Tropiezo con un artículo de El Mundo titulado “Cultura en Extinción”. En él se dan unas cifras terribles de caídas de espectadores y facturaciones. Por ejemplo: caída del 8,7% de venta de entradas en teatro, música y danza. Caída del 9% de espectadores de cine. Y tropecientos mil datos de salas que tienen que cerrar y otras desgracias. Todos estos datos me parecen fuera de contexto si no se contempla el resto del entorno. Sólo con búsquedas rápidas de noticias se puede encontrar que la caída de ventas de coches es del 18% en 2011 y que en el 2012 la cosa ha empeorado en toda Europa. Los coches tienen ayudas públicas, pero intermitentes y con finalidades normalmente muy concretas y temporalmente acotadas, como renovación de los vehículos más viejos. En otro apunte, se nos dice que las ventas de comercio minorista se han hundido un 11%. Esperar a final de año para ver qué ha pasado con el IVA y el cine creo que va a ser un espectáculo menos terrorífico que lo anunciado, pero mejor esperar y ver. A fin de cuentas, todo esto no son más que artículos periodísticos y hay que tomarlos con pinzas hasta no meterse a fondo con los datos (que me perdonen mis amigos periodistas). Pero, a priori, parecería que lo de la cultura no está peor que todo lo demás y que en ese ejercicio que tiene la economía (el uso de recursos escasos con fines alternartivos) es imposible que no se vea afectada ni por reducción de demanda (se supone que los parados ven más tele pero irán menos al teatro o a conciertos) ni por escasez de recursos públicos… cuando es el sector público un financiador decisivo de todas las actividades a las que calificamos de cultura. Me van a caer palos por todas partes.
En el enésimo proceso de reforma de la legislación de cine española parece ser que se ha decidido crear una gran comisión junto a varias subcomisiones. El clásico suele decir que un camello es un caballo diseñado por un comité, pero siempre hay que dar crédito a los intentos de mejorar las cosas, momentos repletos de buenas intenciones. De las descripciones de los trabajos parece que se discutirá sobre “los nuevos modelos de negocio”. El contexto de declaraciones, debe decirse, es el más interesante desde hace lustros: incentivos fiscales, mecenazgo, menos dependencia de la subvención directa y lo que parece que será más paz con las televisiones. En este mundo feliz se insinúa que se desea un modelo estable y duradero para el futuro, lo que también suena excelente. Un servidor, no obstante, se plantea una serie de dudas más que nada por lo que conoce del ambiente y entornos que rodean a los negociadores. En estos tiempos acelerados de cambio – toma tópico – lo de duradero y estable es muy relativo. La ausencia proverbial de pensamiento radical (o disruptivo, que suena mejor) me hace apostar porque existirá una timidez absoluta en buscar espacios fronterizos de ruptura con el pasado: no se trata de cargarse todo, sino de abrir un espacio a lo raro, a lo desconocido, aunque sólo sea por probar. Por ejemplo, si un Ari Emmanuel encuentra oportunidades en el crowdfunding, o si productoras que trabajan para TNT o NBC llegan a sofisticados acuerdos de crowdfunding para el segmento profesional, algo deberían decir los del cine al respecto. Mucho más si lo que más haces son modelos de autor y no de superproducción. Y mucho más cuando ves que Google ya paga contenido original. Recuerden ahora que los editores españoles hicieron Libranda cuando Amazon se les había metido hasta las narices y que el estándar internacional sobre financiación colectiva está a punto de caer en manos americanas. Otro más en el ámbito digital. Lo segundo sería reflexionar sobre el producto audiviosual convergente y no la sacrosanta superioridad cultural de la exhibición en salas: “Internet es ahora el amigo del cineasta independiente. Puede que sea más difícil encontrar audiencia para tu trabajo, pero las cosas que son relevantes hoy día o que son consideradas “cool” encontrarán audiencia” decía David Lynch hace pocos días. Lo de nuevo no puede quedarse en trasladar la película de siempre del videoclub físico a uno online (hacer lo mismo por otros medios), ni en cómo sumarle audiencia para cobrar incentivos o en inventarse nuevas odiseas legales contra los Kit Dotcom de este mundo. Deberá tener la ambición de contemplar la evolución de la cultura audiovisual. Porque para el sistema clásico, desde la francesa The Artist a Lo Imposible (coaliciones internacionales de talento y/o financiación) parece mucho más interesante centrarse en cómo hacer películas globales renunciando a etiquetas culturales como “cine español” para cambiarlo por hacer entretenimiento internacional por parte de empresarios locales. Y dejar la sobreabundancia de películas pequeñas para otros escenarios técnicos y experimentales.
El juego habitual de seguir la lectura de enlaces me devuelve a la ya famosa carta que Kim Dotcom remitió a Hollywood. Al releerla no me canso de pensar no sólo en lo sutilmente prepotente que es, sino en la extremada inteligencia del tipo que está detrás de esto. Lo haya escrito él o no. ¿Recuerdan a Ruiz Mateos cuando era un héroe popular vestido de superman y golpeando los rostros del establishment cual nuevo Robin Hood? Consiguió que nadie le olvidara presionando a jueces y gobiernos y se ganó la simpatía popular. Una vez ganó su causa, desapareció su fantochismo y se fue, como era de esperar, a hacer negocios como los hizo toda la vida: con oscuridad y desprecio a las normas. Dotcom ha creado vídeos, fotografías y grandes frases que escupe desde twitter a diario. Emplea extraordinarios argumentos en defensa de la protección del acceso a los datos personales, a la encriptación, diseña un esquema para el nuevo Mega con demoledoras características distribuidas y es capaz de poner en evidencia cualquiera de los casi siempre peligrosos argumentos (y peligrosas mentiras) del lobby de la propiedad intelectual y el gobierno que mejor le representa. Además del fracaso jurídico en que se está convirtiendo su persecución, conviene recordar que en un hábil ejercicio de framing fue televisada su redada junto a una presentación denigratoria que toda la independiente, profesional y justísima prensa, radio y televisión del Movimiento se tragó: la de un riquísimo gordo (¿está prohibido ser gordo?) de vida extravagante (y, por tanto, moralmente condenable) con un uso obsceno de su dinero (¿puede cada uno hacer con su dinero lo que quiere?) que robaba a los pobrecitos autores. Hoy sabemos que va a poder demandar a su gobierno por su detención y el registro de su casa, una historia de abuso – ésta sí – que por supuesto no interesa en ninguna primera página, sólo en los canales de los friquis libertarios. No es nuevo este desequilibrio de argumentos (pasa de toda la vida) pero parece que es el signo de los tiempos que no se pueda parar el relato alternativo. Kim Dotcom puede ser un Robin Hood real o un hábil tratante de mercancías robadas, pero eso seguramente dará igual si el resultado es un almacenamiento encriptado y ubicuo en la red. Yo sigo teniendo acceso a Pirate Bay y no he podido ver la quinta temporada de Californication más que allí.
Podría decirse que la cuestión no ha dejado de estar de una forma u otra en las conversaciones, debates y propuestas de lobby de muchos desde que desapareció. El chau-chau de medios online insiste en estos últimos días en hablar de la cuestión en medio de dos realidades: la caída de audiencia y las dificultades económicas que podrán acelerarse si en la UE consideran que la tasa impuesta a las telecos para financiar RTVE no es legal. Lo primero tiene que ver con el dinero disponible, pero no sólo con el dinero: el entorno se hace más complejo cada mes. Lo segundo puede que sea legal, pero no parece muy moral visto desde el punto de vista de no distorsionar la competencia y el mercado. Pero la pregunta pertinente es: ¿servirá de algo?. La presión social y política crea formulaciones como que baja audiencia es igual a fracaso: nadie sabe decir si el servicio público es necesariamente algo de mucha audiencia. En el enorme entorno fragmentado de hoy, subir audiencia es competir con los medios privados por cosas que ya hacen y que no hay que financiar. Si la publicidad vuelve, la presión a los directivos para competir por más espectadores y arañar más dinero para sus intereses (daremos hoy por bueno el valor de la tecnoestructura de Galbraith) hará más evidente la falta de diferencia con lo privado, acelerando el descrédito público de RTVE, por no hablar de la dura campaña que emprenderá UTECA. Y volveremos al mismo conflicto. Por el camino, nadie es capaz de reformular los objetivos del ente para encontrar espacios de no-mercado donde podrían ser de utilidad. Mientras, la batalla por el español global, se juega en otro sitio.