Me ha llamado mucho la atención el perfil techie del blog de Youzee. A saber: adoptan el estilo épico de las start-ups tecnológicas, hablan de lenguajes de programación… Desconozco muchas cosas de Youzee (aunque, los mentideros del mercado cuentan muchas cosas no sólo de Youzee, sino del tremendo movimiento de webs de alquiler y visionado de películas que se está produciendo, todo ello unido a la incertidumbre sobre qué pasará con los cierres de webs) pero, ver esta forma de comunicación me inspira dos cosas: una, que seguramente es una estrategia de relaciones públicas acertada ganarse y crear vínculos con el núcleo duro internauta, techie y “apasionado” del social media que, sobre todo, es especialmente enemigo de la retórica de la industria del entretenimiento y del ministerio de cultura. Además, de momento no hay una base real de televisiones conectadas, así que moverse bien en los entornos del friquismo no es mala idea. Sobre todo con algunos chascos que pueden producirse cuando se vea que lo que se tiene como panaceas para ver películas, no lo son. La segunda es que vienen sugiriendo un diseño de consumo para soñar, una plataforma que integraría todas las cosas que se espera de la forma de consumir contenidos en la era social. Eso está muy bien, pero la cuestión final a la que se enfrentan todos los servicios sigue siendo la misma: qué catálogo pueden ofrecer. Éxito y premio de usuarios puede facilitar el catálogo, pero el gran dolor de muelas para todos los que quieren jugar esta partida está ahí. Por conseguirlo, por pagarlo y por amortizarlo. Yo estoy impaciente por ver cómo salen todos.
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agosto, 2011
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Paradojas radiofónicas (yII)
Comentarios desactivados en Paradojas radiofónicas (yII)El nudo gordiano de la cuestión sería doble. Esta cita de hoy, sería uno: “Pero si los propios narradores que están en los campos recurren un 80% del tiempo a la televisión que tienen en las cabinas. Es evidente que se pierde el sonido ambiente, pero el domingo los oyentes no avisados apenas pudieron detectar que la retransmisión se hacía vía televisiones”. Es decir, los partidos pueden narrarse sin impedimento sí o sí. El segundo es el de ayer: la contradicción de argumentos en la que incurren las empresas radiofónicas y sus propietarios al alegar eso del derecho a la información (¿les impide alguien decir que el Barça ganó 5-0? ¿que se marcó en tal minuto?) pero en otros sitios y lugares mostrarse acérrimos defensores de esos otros derechos: los de la denominada propiedad intelectual. La cuestión es que, a los precios de los pinchos de datos móviles, que unos amigos retransmitan con una cámara de fotos un partido desde cualquier campo es, simplemente, trivial y no descartable de modo masivo. ¿Vamos a inspeccionar los estadios persona a persona y rastrear entre las gradas a quien tiene cámaras grabando durante los partidos? Otro parecido con las salas de cine. Esto explica la patente de Apple para bloquear grabaciones con móviles. A cada bloqueo, un nuevo hackeo. Y así seguimos.
Ofrece esta interesante información sobre los trabajos de la ESCAC en Barcelona un par de sugestivos detalles: el largometraje fin de curso de sus alumnos – Puzzled in love – se ha producido con solo 12.000 euros y los derechos musicales empleados han supuesto el gasto de 80.000 más. Dos cuestiones a tener en cuenta: en los costes de producción no se han computado con toda seguridad las horas hombre de los alumnos ni los medios que haya aportado la escuela. Además, como toda información periodística, puede estar carente de todos los elementos y contextos. Pero, con todo, sí parece suficiente para ilustrar algunas cuestiones sobre los costes de la propiedad intelectual: si la entendemos como un mecanismo de fomento de la creatividad, es bastante razonable pensar que esta proporción de costes para un proyecto teóricamente experimental, puramente artístico y, sin embargo (el azar de los contenidos), de sorprendentes posibilidades económicas para su inversión, no parece razonable. Esta imposición de costes, especialmente para la creatividad en las fronteras del comercio y en el espacio de las minorías, es uno de las críticas clásicas al vigente modelo de derechos. En las páginas de Larry Lessig y otros autores hay buena cuenta de ello. Envueltos siempre en los debates sobre descargas, el uso y acceso a la tradición y su transformación para crear nuevas obras (es decir, la pura idea de autoría) queda fuera del debate.
Lo entretenido de lo que se está viviendo es que se parece mucho a las descargas: los equipos de fútbol quieren hacer valer sus contenidos (que, con el sistema legal vigente, me parece lo más normal del mundo) mientras que las radios alegan el beneficio común de acceder al contenido: dicen que promueven y no reducen la asistencia al espectáculo e incitan los otros consumos relacionados con el fútbol. Como las descargas de música y los conciertos. Y ganan dinero con ello, como los del top manta. Como en las descargas, ponen un vigilante en la puerta y prohiben el acceso. Pero la capacidad para relatar es muy porosa, como un Rojadirecta, vaya: algunos entran infiltrados entre el público y retransmiten con móviles, otros se suben a terrazas y, supongo, queda la televisión. La otra curiosidad es que si se trata de la Superbowl, sí pagan por los derechos de radio. Caramba. O si nos vamos al ámbito internacional, la cosa es más normal y los españoles no parecen rechistar tanto. O que las empresas propietarias de las radios andan y anduvieron prestas a reclamar sus derechos por otros muchos materiales: véase al Sr. Lara, dueño de Onda Cero, o el asunto del clipping, o hasta eso tan risible de los formatos. Es un buen ejemplo de cómo el cambio de las tecnologías convierte el enforzamiento de determinadas leyes en un problema de díficil solución. Diagnóstico: pagarán. Pagarán porque, además, ayuda a cerrar el mercado y el que tenga el cash va a ver toda una oportunidad a medida que se consolide el sistema. Esperemos que nadie se meta con las retransmisiones que realizan en twitter los aficionados, por poner un ejemplo. Porque el día en que lo hagan con su propia voz, llegará. Y se corre el riesgo de que sean más entretenidos que Paco González: ¿pedirían en ese caso las radios que se respeten sus derechos? Se admiten apuestas. Aún nos podemos divertir bastante.
De Samsung a Casablanca
Comentarios desactivados en De Samsung a CasablancaQue Samsung haya empleado unas imágenes de 2001, Una Odisea del Espacio para defenderse de las acusaciones de plagio de Apple, tiene una paralelismo inevitable con la famosa carta que Groucho Marx escribió a Warner cuando ésta le dijo que no podía hacer Una Noche en Casablanca porque eso violaba sus derechos sobre el clásico de Michael Curtiz. “What about “Warner Brothers”? Do you own that too? You probably have the right to use the name Warner, but what about the name Brothers?”. Parece que la historia real es que los Marx utilizaron una indagación sobre la trama – iban a hacer realmente una parodia de la película – para hacerse publicidad a costa de una reclamación absurda. Sea como sea, el anecdotario al completo no deja de ser un ejemplo del desvío de los equilibrios de la “propiedad” intelectual hacia escenarios poco favorables para el público, el beneficiario teórico principal de la existencia de creación e innovación. El gurú de las patentes que está empleando El Mundo y media red para hacer sus comentarios sobre el caso Samsung dice que sería sorprendente – amazing – si se aceptara el argumento “2001”. De paso: en el III Foro Digital que se celebra durante el Festival de San Sebastián estaré compartiendo mesa con Nacho Vigalondo y con David Bravo para hablar de transmedia y propiedad intelectual. Tantos subversivos en el programa, me tiene conmocionado. Me he hecho una promesa: intentar no hablar de la ley Sinde y sí de creatividad, autoría y comercio. Es que creo que eso sirve más.
¿Qué fue de la televisión online de la diócesis de Málaga? ¿Y de la del PSOE? En los primeros momentos de este blog, aquéllos dos casos fueron vistos como ejemplos señeros de lo que vendría y lo que está pasando: la extensión del vídeo y su difusión para todo tipo de voces en camino de una videosfera distribuida. Ambas siguen ahí y con diseño y capacidades mejoradas. Todo el mundo a la espera de que el televisor conectado rompa la última barrera: el definitivo donde sea y en el estado de ánimo que sea, esa actitud que supone estar inclinado en el sofá. Sostengo desde hace tiempo que no hay minoría ni grupo social que no pueda verse representando en la comunicación de hoy por sus propios medios, haciendo la justificación de las televisiones públicas estatales innecesaria. La razón es el fin de las barreras de entrada y la posibilidad de que todo el mundo acceda a lo que el profesor Castells llama la autocomunicación de masas. En los debates de quienes se oponen, aparece siempre en la conversación el argumento de que existe mucha gente “no conectada” o sin acceso a la red. La no conexión es un acto voluntario y el no acceso a la red un problema técnico con tendencia a reducirse a cero: basta mirar el mapa de conexiones 3G y de acceso rural a internet en España. Es interesante cómo ambas opciones provienen de iniciativas propias y recursos propios y cómo, en ambos casos, se producen obligaciones de transmisión por parte de las televisiones públicas: tenemos programas religiosos en La2 en nombre de la pluralidad, tenemos inserciones obligatorias de partidos para hacer propaganda en período electoral y un sin fin de luchas por el tiempo de los telediarios en nombre de la pluralidad. Y, sin embargo, son capaces de tener medios propios: también el PNV tiene su televisión. No sólo es el caso de Salt&Light en Canadá, como se puede ver. Y hemos visto cómo la FCC utiliza la obsolescencia como argumento para eliminar las reglas de equilibrio. Pero muchos esperan que los valores de producción (se suele confundir calidad con valores de producción) que supuestamente permiten las televisiones públicas suplan lo que debieran hacer por sí mismos sin esperar a los filtros impuestos por criterios que no son los tuyos: ni estéticos, ni morales. La única opción lógica, no ya únicamente por la sobreponderación de televisión pública en el telestado del bienestar, es un proceso de extinción progresiva de un recurso fiscal que, como se ve, ningún político ha puesto en cuestión mientras un parado de larga duración debe esperar el dedazo y la dádiva.
Decía Luis Suárez que uno de los elementos grandiosos de las redes sociales es que, cuando no estás, la comunidad te hace el trabajo. Este es el caso de la compra de Motorola Mobility por parte de Google. Esencialmente porque, digamos todos la verdad, la confusión al respecto es, como poco, generalizada: entrar a estimar el valor de las patentes en juego es extremadamente especializado y mucho más allá de, como mínimo, mis conocimientos. Por ejemplo, este post de Carlos Domingo vendría a sugerir no sólo que las patentes críticas son pocas, sino que ni siquiera cualitativamente podrían ser las más interesantes al lado de otras opciones. Pero pronto se ha llamado la atención sobre el valor del deal para el futuro de la televisión conectada, con debate intenso en las listas de correo que comparto con lo que nuestro amigo Recuenco llama sospechosos habituales (aquí su versión del asunto de cara a la publicidad): Niko Muñoz enviaba un análisis sesudo sobre la circunstancia (Javier Lasa, otro). Motorola es el fabricante de un extenso parque de STB’s de las televisiones de cable, suceso que levantaría las cejas de la industria del cable al ver como la amenaza de GoogleTV puede colarse por su puerta trasera. Pero otro sospechoso habitual, el Sr Vázquez, advierte sobre la cuestión: el legacy – la herencia del parque instalado – de los STB’s de Motorola no suena a bicoca. Los tiempos de renovación son largos (pero Google puede pensar a la manera china y, ya saben, veinte años no es nada) y estaríamos ante muchos equipos antiguos y con unas prestaciones no demasiado convenientes para Google TV. Así que, ¿qué ha comprado Google pues? Sin duda, lo sabremos. Niko Muñoz ha comentado en nuestra lista lo que para mi es la única gran certeza: Google está también en el negocio del hardware, que se está calificando mucho más finamente como la creación de plataformas verticales. iPhone, iPad y iTunes también están en el negocio del vídeo, así que todas los detallitos parecen sumar.
Hoy se ha anunciado que la FCC suprime la denominada “fairness doctrine”, un espacio regulatorio que buscaba la compensación ideológica de los contenidos por parte de los receptores de licencias de broadcast en EEUU. Es una cuestión más o menos similar en algunos sitios y que aquí nos ha dado por llamar últimamente como pluralidad en un ejercicio de cinismo legal bastante, si me lo perdonan, risible. La cuestión es que el mundo de la escasez analógica conllevaba una necesidad de regular los contenidos para que los beneficiarios contaran con todas las voces y, por supuesto, se respetara la moral y el buen gusto de… quien regula. Esa inercia sigue metida en las mentes de casi todos, visible en todos aquellos que protestan por la telebasura, los horarios regulados o la existencia de líneas editoriales de televisión que no gustan nada a sus opositores por muy minoritaria que sea su audiencia. ¿El argumento para su supresión? La obsolescencia. En el mundo de lo que también llaman broadband economy las barreras de entrada para tener voz se extinguen… seguir creando restricciones editoriales como las que, por ejemplo, en España obligan incluso a las cadenas privadas a repartir su tiempo informativo en tiempo electoral es tan extraño y provoca tanta perplejidad como la que en su día nos mostró Paloma Llaneza con el caso de los anuncios de prostitución. O como quienes sostienen (muchos, amigos) que la falta de conexión de muchas personas – cada día más una cuestión voluntaria y no técnica – es una justificación de una televisión pública que se debate entre vivir en la irrelevancia o la masificación: ambas conducen a su inutilidad, bien porque no se justifican, bien porque la sociedad civil (incluyendo su vertiente más obscena y de peor gusto) ya lo llevan a cabo sin costar dinero de los impuestos. El intento de intensificar la regulación morirá por su imposibilidad práctica y sospecho que veremos el camino a su reducción abrirse por doquier en una pugna intensa para mantener el control de las comunicaciones.
Salt&Light es una fundación canadiense cuyo objeto es crear contenidos multimedia destinados a los seguidores del catolicismo. Desde un punto de vista editorial, crean documentales, entrevistas y magazines (en audio y vídeo) destinados a reflexionar sobre los preceptos y la vida de la iglesia católica y sus protagonistas. Distribuyen su contenido a través de cadenas de cable e internet (también móviles), creando el tipo de experiencia trescientos sesenta grados a las que nos vamos acostumbrando. He tenido que colaborar profesionalmente con ellos y he podido conocer algunas de los planteamientos del fundador y máximo responsable, el sacerdote Thomas Rosica. En resumen, el padre Rosica considera que la iglesia debe tener espacios debe poder llegar a sus seguidores con los medios de la comunicación moderna para favorecer la reflexión y la difusión sobre los principios de la fe cristiana dentro de lo que creen que es un mundo donde abundan los medios hostiles al catolicismo. De ahí que, por ejemplo, se haya dirigido a los jóvenes de habla inglesa congregados en Madrid estos días advirtiendo de la necesidad de reflexionar y profundizar sobre las ideas con una sentencia muy llamativa: “La Biblia no es Twitter”, aludiendo a la imposibilidad de debatir o profundizar en 140 caracteres. Tres son las cosas que, a mi juicio, son de interés: a) la combinación de publicidad y donaciones, parece normal al tratarse de una organización religiosa, pero creo que responde también a los modelos de comunicación minoritaria que están emergiendo y van a emerger por doquier: no hay publicidad ni subvenciones para todos y el pago por defecto dificulta la difusión b) una muestra más de cómo en las redes de comunicación de hoy la justificación de la televisión pública se extingue al ser las minorías que la clase política alude como excusa – falsamente, en realidad – las que pueden crear sus propios medios y c) una muestra más de cómo internet y la tecnología de hoy empoderan al permitir la creación de un discurso propio: no sólo por la ausencia de barrera de entrada que muestra el ejemplo anterior, sino por cómo están retransmitiendo en directo desde Madrid apoyándose en la propia red social que constituyen las organizaciones y militantes católicos.
Roger Cusa me envía su libro: ha creado un inteligente resumen de casos y pasos de lo que supone crear un proyecto para vídeo online. Es interesante ver como modelos y propuestas que eran la comidilla de los blogs en los que hablábamos de televisión 2.0 (qué horror, qué viejo se queda todo) tienen ahora su vigencia. Más aún, el televisor conectado va a volver a ponerlos en la mente de muchos. Al ver la web de Episodius, su empresa, veo que están tratando de hacer cosas que veíamos allá pero que no lográbamos hacer acá, quizá está llegando el momento de mercado y eso me hace sentir un poco dinosaurio pero, al mismo tiempo, triste porque ya no estoy en esos temas. Algún día contaré lo que me pasó con una propuesta de proyecto tube que le hice a una conocida academia de un arte del que se habla mucho. Dos cosas me ha gustado mucho compartir con Roger (es decir, que coincide con mi pensamiento). Primera, la desmitificación de la técnica y los medios técnicos: yo suelo poner el ejemplo de Jeff Bezos explicando la compra de Zappos para mostrar cómo no importa tanto la solvencia técnica como tener algo que decir. Por supuesto, esto ocurre porque el público – eso creo yo – domina cualquier propuesta estética que se le haga en términos audiovisuales y acepta cada contexto. Segunda: empezar, empezar y empezar con lo que tengas, sobre todo no esperes. Suelo recomendar a los artistas visuales que si esperan al estado para que les financie no van a ningún lado, y que si esperan a la publicidad, tampoco. Es la era de la desintermediación y cualquiera puede empezar a hacer algo. Nadie dijo que fuera fácil, no se trata de eso. Se trata del empoderamiento que producen las herramientas modernas de comunicación.
Los teóricos de redes podrían explicar la preeminencia de Mediaset y Antena3 en la televisión en abierto española como el típico fenómeno por el que el nodo más antiguo atrae más enlaces que los nuevos. Sea como sea, lo cierto es que los nuevos entrantes no pueden resolver el círculo virtuoso (o vicioso, según del lado del que se esté) que permite su preeminencia: en un modelo basado en publicidad, lo que cuenta es la generación del mayor volumen de audiencia comercial; el mayor volumen se consigue con los mejores derechos para ese fin, derechos que son caros y que se financian gracias a ese mayor volumen de audiencia. Puesto que tienes más dinero, te aseguras acaparar el mayor volumen posible de derechos realmente valiosos impidiendo que los demás puedan acaparar un pedazo de audiencia suficiente. Así, sólo LaSexta, con su posición tan costosa en grandes derechos deportivos ha tenido cierta opción de hacerse una posición con posibilidades de ser eso que en inglés llaman un player. Para los demás, no queda nada decente, no hay dinero para inventarlo o no queda imaginación suficiente para encontrar pequeños nichos rentables. Así que se realquilan los canales a quien tiene derechos fuertes para esos nichos (Disney, MTV, etc.) o… se hacen tertulias políticas y, si no se puede más, pues se cierra. La TDT se organizó como una extensión del modelo televisivo analógico multiplicando los canales hasta un cierto infinito técnico en el que todo se debía financiar con publicidad o impuestos y con un concepto raro sobre lo sostenible. Las opciones de pago no eran algo entusiasmante en el primer entorno político de la reforma, la presentación ideológica de la TDT como el salto para romper la brecha digital no dejó de ser un chiste basado en una interactividad imposible y, de repente, internet adquiere impulso y todo aquello de las mil licencias basadas en consumo lineal se torna como un anacronismo: ¿para tener un contenido interesante al día hay que mantener veinticuatro horas de emisión constante? En estos días pasados El Confidencial se hizo eco del enésimo ataque de ASTRA al modelo español de TDT aludiendo a futuras reformas del uso del espectro y a la localización preferente del vídeo en redes de cable, internet y satélite. Lo divertido es que se presenta como “la defunción” de la TDT. En fin, casi nada muere o muere del todo, pero incluso descontando el efecto de una tarta publicitaria menor que puede volver a crecer, la convergencia de medios (televisor conectado incluído) y la hiperabundancia de oferta está ya encima de la mesa con la tendencia a personalizar el momento y la forma de ver una amplia gama de contenidos. La TDT que se hizo, tendrá que ser otra cosa, como está resultando ya la dichosa interactividad. Por lo demás, parece interesante que pueda ser posible la configuración de un mercado audiovisual mucho más abierto donde cada vez haya menos gatekeepers y más gente pueda correr riesgos por su cuenta.