Bruno Teixidor aseguró que cumplía con una apuesta cuando anunció que se sentía obligado a citar una frase de Star Wars: “Han tenido que morir muchos espías Bozan para que podáis ver esta película”. La elección era especialmente brillante: personajes que se mencionan una sola vez en la saga y que nunca han aparecido en pantalla ni vuelven a ser citados, el perfecto ejemplo de lo minúsculo e ignorado, pero que son quienes han tenido que morir para disponer de los planos que permiten terminar con la Estrella de la Muerte.
Qué bueno es que haya piratas para echarle la culpa: hoy tenemos dos artículos anunciando un nuevo armegedón cultural en ese fabricante de opiniones bienpensantes que es el diario El País. Son lecturas curiosas: una cuasiproclama la muerte del cine de autor y otra una especie de hecatombe cultural madrileña. En ambas aparecen los piratas de por medio, a pesar del río de problemas de otra índole: los precios, el fin del DVD, la abundancia de oferta, la crisis económica (caramba: ¿no hay holocausto de bares y restaurantes?) y hasta el mal gusto de la sociedad española. Salvando la técnica periodística, se recogen opiniones divergentes sobre esta nueva y pretendida muerte (de los intemermediarios) de la cultura, pero la desgracia nos conmueve mucho más que las posibilidades del futuro. Seguramente sorprendería a los perpretadores de estas elegías que el jefe de HBO haya declarado, con un par de narices, que la piratería de Juego de Tronos no ha dañado sus ventas. Con más recochineo, lo califica como “a sort of compliment” (es decir, un detalle halagador). Eso sí, por si acaso, dos líneas más abajo declara que peleará a muerte por su propiedad intelectual. La rotundidad del problema de los precios está recogida con mucha más claridad por el gran Juan Herbera hace pocos días refiriéndose a un ejecutivo de la industria: “esa explicación” – las descargas – “podía valer para una parte de quienes han dejado de asistir al cine pero reconocía que algo se ha hecho mal desde la industria durante años permitiendo que los precios de las entradas hayan llegado a donde estaban incluso antes de la subida del IVA”. Mientras, Viacom ha perdido una nueva apelación en su juicio con Youtube: sin ser ésta última el apóstol de la libre distribución si está santificando la alternativa. No, la copia y la descarga son una característica intrínseca de nuestro mundo, no un defecto: hay que vivir con ello. Como tantas otras cosas del mundo digital, las profecías ya estaban en la ciencia ficción del siglo XX: delicioso encontrar el origen de este argumento que ya poblaba el lenguaje de algunos de nosotros: “Es un sentimiento creciente entre algunos grupos de este país la noción de que cuando un hombre o una compañía han sacado un beneficio del público durante un cierto número de años, el gobierno y los tribunales tienen el deber de salvaguardar esos beneficios en el futuro, incluso frente a circunstancias de cambio y contra el interés público”.
Lawrence Lessig, después de literalmente destrozar el entramado intelectual de la propiedad intelectual y su relación con el mundo de las redes, decidió cambiar de temática y dedicarse a investigar y proponer reformas legislativas sobre la corrupción institucional. En su wiki al respecto, nos quita de la cabeza la idea de la burda ruptura de la ley para hablarnos de algo más fino: “corrupción en el sentido por el cual el sistema induce a los beneficiarios de las leyes del Congreso a recaudar y entregar dinero al Congreso para inducirle a legislar”. ¿Qué relación tiene una cosa con la otra, es decir, propiedad intelectual y corrupción institucional? Todos conocemos (¿todos?) la extraordinaria sensibilidad del Congreso de los Estados Unidos, por ejemplo, para regular en función de los intereses de Disney, un clásico de la crítica al sistema de propiedad intelectual. Así que estudiar la configuración de las leyes por las cuáles se otorgan monopolios privados resulta tener una formidable conexión con la corrupción (de desnaturalizar, de perder el sentido y la funcionalidad para lo que algo está hecho). Javier de la Cueva ha redactado un terrorífico relato (no cabe otra expresión ante la desnudez de cómo se fabrican las leyes y cómo se gobierna para intereses de parte) alrededor de lo que es España, la legislación sobre el canon (la anterior y la que viene) y el presumible enemigo público número uno tras la desaparición de la Sgae como molesta institución empeñada en perturbar la paz de gobernantes ansiosos de votos: el Centro Español de Derechos Reprográficos, más conocido como CEDRO. Javier relata el mecanismo sutil de cómo se legisla a sabiendas de que la ley es, no sólo injusta, sino contraria a derecho desde su origen y con el fin de amparar que haya instituciones que recauden dinero sin tener legitimidad para ello y que nunca devolverán. Las entidades de gestión y sus abogados y ejecutivos suelen acusar a los demás de inmoralidad cuando no de delinciencia pura y dura mientras organizan un complejísimo entramado legal para que lo que ayer no hacía falta hoy se convierta en aparentemente necesario. Si ahora (lean el enlace del texto de Javier) CEDRO es simplemente incapaz de garantizar los supuestos beneficios de su existencia para que exista producción y publicaciones científicas, conviene mirar a la historia para darnos cuenta de que nunca hicieron falta para que hubiera creación: la primera fotocopiadora láser se inventa en 1969 mientras que la institución se funda en 1988. La cultura y la ciencia no murieron mientras tanto, como no se ha muerto la música, ni el software, ni la producción audiovisual, ni la información sobre política, deportes, espectáculos y lo que se quiera desde que se dice que la piratería acaba con todo: la esencia de la cuestión es que se ha corrompido la finalidad del instrumento legal que llamamos propiedad intelectual y que es el estímulo a crear. Mecanismo en el que debe caer la carga de la prueba de que sirve para lo que dice servir.
Una casualidad me lleva a contemplar un episodio de America’s Most Wanted. Es interesante porque, siendo un viejo show cuya estructura sería similar a otra cosa olvidada como ¿Quién sabe dónde?, hoy día puede mirarse de una manera distinta: los dos son fenómenos crowd anteriores a la era de las redes. A saber: se pone un caso en manos del público (la búsqueda de un criminal o la de un familiar desaparecido) y con datos de partida comunes la multitud va remitiendo pistas y nuevos datos, útiles o no, hasta dar con el resultado. En el episodio que recupero, en un ejercicio que voy a llamar osadamente de procomún, conduce a que la suma de espectadores genere la información que localiza el criminal al extenderse entre muchos participantes. El procomún en este caso es una recreación de escultura forense de cómo debe ser el individuo en cuestión muchos años más tarde de la fecha del delito. Llevado a la producción fabril o a la innovación, es como cuando una organización regala conocimiento para obtener el resultado de la participación de los demás generando un output superior: el resultado es que se ha hecho justicia a un coste muy inferior que el poner a toda la policía del mundo a buscar al culpable desaparecido. En la fábrica, se acortan los tiempos de diseño y puesta en producción. Pero de todo esto ya se hablaba en The Wisdom of The Crowds y tienen hoy una interpretación muy avanzada en el Manifiesto Crowd de Freire y González-Rubí.
El lector inteligente sabe y sabrá distinguir entre lo que piensa, lo que piensa quien escribe y lo que piensa a quien referencias. Queda dicho porque cuando se toman opiniones de personas con posturas en extremos generalmente poco populares o cuestionados, opiniones que se simultanean con otras que deplorarías hasta el agotamiento, se tiende a confundir la parte con el todo. Y eso podrá pasar cuando se trata de Eulogio López y el diario Hispanidad. El título es el de su columna dedicada a un nuevo aniversario de su diario digital (yo creo que a día de hoy aclarar que las cosas son digitales son una pura reiteración) y efectúa una descripción ejemplar del poder y significado de internet y su libertad de publicación para eso que tanto se grita y tanto se lamenta por los ingresos (que no los modelos de negocio) perdidos: pluralidad. Por no hablar de la libre concurrencia para competir. Dos perlas extraordinarias: “En el siglo XXI, no es la prensa digital independiente la que intenta encontrar un hueco con el que romper el oligopolio. Al revés: son los Señores de la Prensa quienes tratan de encontrar su hueco en la Red. Y no lo consiguen porque se niegan a hacerse pequeños” No se puede decir más con menos sobre la evolución de los medios informativos. Que remacha con una sentencia abrumadora sobre el empoderamiento que produce la red, dedicado especialmente a todos los que piensan que su periodismo se muere: “casi todos los mejores periodistas con los que contábamos al empezar el siglo XXI se han convertido en autónomos de la WWW”. Ya, el vídeo no es texto pero ¿a que se parece la cuestión cuando de creadores que quieren ser independientes hablamos?.
El ejemplo de Telemadrid, se ha trasladado a los afectados por la reducción de plantilla de Canal Nou: también presentan su canal de televisión por internet. Hay sitios donde entrecomillan este enunciado: “La salud de nuestro pueblo pasa por la recuperación de nuestra RTVV, y la plataforma de la cual es altavoz quiere ser una herramienta más. 9Exili está abierto a la participación de todo aquel que sienta la RTVV como propia, tanto cuanto si está trabajando en ella, si lo han despachado o si, como ciudadano, entiende la necesidad de una RTVV pública, en valenciano y de calidad”. Nada menos que la salud del pueblo. Calidad, cómo no. Demostrando con todo detalle que se pueden construir voces con el sesgo ideológico que te da la gana (¿quién decide lo que es la calidad la salud del pueblo?) y buscar que sea soportado por quienes quieren que exista. ¿Medios? ¿Alcance? La objeción inmediata suele ser ésta, que se quiere que existan súper-recursos y súper-cobertura porque se quiere que un discurso prevalezca y no la verdadera pluralidad: que exista libertad de concurrencia para transmitir imágenes y que cada cual lo sostenga gracias a su propio mérito y público. Ahora se da en llamar fans. Las cosas no tienen que ser grandes para ser defendidas y nada como las cuentas y el proyecto de ElDiario.es para ver cómo se construyen proyectos editoriales que aspiran a su propia agenda e independencia. Otra vez en el discurso va la contradicción: todo aquel que sienta la RTVV como propia. ¿Los que no lo sienten han de pagarla? Más aún: ¿han de pagarla a los costes que les han mantenido hasta ahora?
Hay varios relatos estos días sobre el intento de Sgae de poner coto a una práctica que, al parecer, perturba el espíritu del derecho de autor. El que me interesa para esta nota es el comentario que publica el diario El País y que deja claro en un excelso paréntesis la cuestión: que se trata de una práctica legal. Resumido: las televisiones han de pagar mucho dinero por las músicas y han buscado mecanismos para recuperar parte del dinero pagado creando sus propias editoriales para emplear música que se compone y/o arregla a su medida en determinados programas que podemos llamar residuales. Y eso acapara una importante parte de los pagos hasta el punto de que viejas leyendas del rock en español son capaces – ahora y no por ser estrellas – de ganar mucho dinero por algo calificado de basura (cuando se emplea este término, uno sospecha: suele significar que alguien se presenta como valedor moral de algo que suele suponer prohibir a los demás que tengan su propio criterio). El caso me recuerda unas declaraciones del tipo más odiado en las guerras contra la Sgae (recuerden: contra ella vivíamos mejor), el señor Ramón Márquez Martínez, al que todos conocemos como Ramoncín, y que en 1985 decía: “He sufrido muchas veces el festival de Eurovisión. Antes nos reuníamos todos para ver a Raphael cantar aquello de Yo soy aquél. Ahora, ya no. Pienso que es un festival negativo, deprimente, lamentable, de una calidad musical ínfima. Suelen ser canciones hechas por un ejecutivo de una multinacional del disco, y lo único que interesa es cobrar mucho y cobrar por la Sociedad de Autores. Hay que tener en cuenta que cada una de estas canciones se emite por televisión más de 200 veces y se radia machaconamente. Es mucho dinero el que se cobra por esto. A mí me parece un negocio impresentable”. Dudo que se pueda criminalizar algo que la ley permite, pero ambos ejemplos ponen en tela de juicio lo que el sistema vende: que se trata de una práctica para garantizar que eso que elevadamente se llama la cultura se salve, se mantenga y cosas parecidas. Por no hablar del doble juego de los protagonistas (en este caso, las televisiones): unas veces se actúa de modo defensivo frente a los síntomas de coacción pero, en otras, se trata de coaccionar a los demás. Hay algo que no funciona en el discurso oficial ni siquiera en sus propios supuestos. No hay nada de nuevo, pero todos estos ejemplos lo que sugieren es que lo que conocemos como derecho de autor no es más que un juego administrativo destinado a la recaudación por la recaudación y que ha perdido el sentido de su finalidad. Mientras, las reformas legales lo que tratan de perpetuar es este sistema. No es sorprendente. Abogados y ejecutivos viven de intermediar todo esto. La reforma, pues, pasa por librarnos de ello, que es justamente la agenda pirata.
Cine y Tele titula así: La ley Sinde-Wert, un fracaso. El texto da igual, lo que cuenta es el titular. Como ha sido un fracaso Hadopi y como ha sido un fracaso (si aceptamos que sigue ahí) la cuestión de la lucha contra la piratería (y van..). El titular no es otra cosa que la constatación de la realidad de nuestro tiempo. Fracaso: depende si entiendes la copia como un bug y no como un feature. Una característica esencial de la vida contemporéanea es que la tecnología convierte los átomos en bits y lo copia todo. El Instituto Autor publica hace pocas horas dos entrevistas muy interesantes con los portavoces de cultura de PP y PSOE: para el señor del PP, el estado de la cuestión de la propiedad intelectual es la búsqueda del enforzamiento más o menos a toda costa y con la aquiescencia de la capacidad legislativa europea. Para el señor del PSOE sucede algo más interesante: existe conflicto y ausencia de consenso social sobre lo que debe ser y, por tanto, legislar es difícil y con pocas perspectivas de éxito. Pero, al final del todo, su problema es conservar el statu-quo: la tradicional ausencia de pensamiento disruptivo (aunque, es ingenuo esperar que proceda del centro del poder) que jamás reconsiderará la idea de si el derecho de autor es, en sí mismo, tan bueno, tan necesario y, sobre todo, tan derecho. El conflicto entre representantes teóricos de los autores (en general, los que viven de ello – abogados, ejecutivos – no tendrán interés o incentivo en cambiar de opinión) y la (parte de la) sociedad que cuestiona el orden establecido se caracteriza por ignorar las consecuencias de la tecnología: Yoani Sánchez ha efectuado una descripción más profunda que la mía de las sneakernets cubanas: la esencia no es descarga o no descarga, la esencia es que los bits son libres y la gente los va a mover sin permiso se quiera o no aunque te llames Raúl Castro. Y esa es la esencia. Pero esto es tremendamente antiguo. Lo que no termina de ser moderno e importante es vindicar la agenda pirata: Deseamos cambiar la legislación global para facilitar la sociedad de la información que emerge y que se caracteriza por la diversidad y la apertura. Lo hacemos exigiendo un mayor nivel de respeto por los ciudadanos y su derecho a la intimidad así como con la reforma de las leyes de derecho de autor y de patentes.
Se anunció hace pocos días. He estado haciendo pruebas y el resultado es bastante satisfactorio. Los programas elegidos se graban con toda normalidad. La resolución es estupenda para tablets, limitada pero aún así útil en pantallas grandes (sobre todo si no vas a ver cine o series). No es inteligente en el sentido de que no permite elegir un programa y que se grabe siempre. Si falla el cumplimiento de la guía de programación, pues no se graban los programas completos, pero ese problema lo tienen los demás jugadores de este mercado. Al inicio de cada programa grabado, suele haber publicidad. Una sola vez me dio un error y se interrumpió la reproducción: pero allí seguía el programa y no parece que sea algo que suceda con frecuencia. Lo he probado con fibra y no con 3G.
“Aunque existen diferencias entre el dibujo utilizado“, le dice el juez al condenado Santiago Segura, “no son relevantes” y “produce en el usuario informado la misma impresión general“. A Abraham García le preguntan por los imitadores de su huevo de corral con salsa de boletus y espolvoreado de trufa (imitadores que hasta se atribuyen la invención) y él responde: “No, importa, las buenas ideas son de todos”. Que es lo que debió pensar el dibujante de la pistola al ver otras pistolas dibujadas y montones de fotogramas con tipos con las pistolas metidas por dentro de los pantalones. Miren, qué obsceno: hay gente que ¡gana dinero! poniéndole trufa al huevo sin pensar que a otro se le ocurrió antes y no pasa nada. Pero si uno estampa un dibujo de pistola con diferencias “no relevantes” tiene que pagarle a otro. El software libre hace mucho que dirimió este problema: el código está para reutilizarse y adaptarse: alguien hará algo diferente aunque poco relevante en esos huevos que los hará mejores o peores… al gusto de cada uno. Hay quien dice que lo entiende, pero resulta que no.
Ayer debió presentarse en La Casa Encendida de Madrid el proyecto de Marcos Martínez y Javier Bauluz #Resistenciaminera. El vídeo que lo resume es emocionante y, con una mirada perspicaz, puede uno asomarse a todas las complejidades del problema minero. Marcos me escribe para comentarlo y, mientras le anuncio que no podré ir, me cuenta que “Lo hemos editado, publicado y distribuido nosotros mismos porque sino no hay manera y, sobre todo, para mantener nuestra independencia absoluta en una tema con tanta aristas políticas“. Como hemos visto en la evolución de Nico Alcalá, la cuestión reside en las opciones de crear un camino propio sin tener que esperar a subvenciones o publicidades. Marcos vino a verme hace un año para hablarme de sus ideas, buscando orientaciones (pobre de él si depende de mi) y peleando por construir un proyecto de contenidos que respondiera a sus valores y modelos profesionales: “mostrar a este grupo de trabajadores que mantienen una situación anacrónica y conocer su comportamiento, cultura y el porqué de su supervivencia cuando sus colegas europeos ya están extinguidos. Mostrarlos cómo son y luego que cada uno juzgue lo que le parezca… es tan complicado que hemos preferido no comentar, ni interpretar nada en el libro“.
Nicolás Alcalá ha arrancado otro proyecto. Esta vez alrededor de su padre, pintor, y con una promesa extraordinariamente marketiniana para nuestros tiempos: el primer proyecto de pintura transmedia. Lo marketiniano es legítimo. Mucho. Necesario. Lo más interesante del proyecto reside, para mi, en cómo la tecnología y los conocimientos aprendidos para desarrollar El Cosmonauta y la marca personal construida alrededor del trabajo sirve para continuar el trabajo del propio Nicolás y los artistas que se reúnen con él. Las críticas al crowdfunding – de nuevo, este proyecto lo es, pero ahora sin tener que inventar gracias a Kickstarter – suelen concentrarse alrededor de la pobreza de cifras a alcanzar… digo yo que en el primer proyecto. Como un parelelismo, Jordi Pérez Colomé ha conseguido más fondos para su segundo proyecto de financiación colectiva que para el primero y trabaja en seguir construyendo su espacio con una marca personal más fuerte que antes. Es decir, no se trata de si hay mucho o poco: cada uno encuentra lo suyo, se trata de la autonomía que la tecnología vigente generar al creador para seguir su camino. Manuel Alcalá acaba de desintermediar al galerista. Jordi desintermedia al periódico. Si persisten, pueden conseguir estructuras empresariales de cierta escala y tener una vida haciendo lo que les gusta. De hecho, ya lo hacen, sean cuales sean las subidas y bajadas.
Me lo llevo diciendo sin éxito desde hace mucho. No en vano, considero que el ciclo piratería-antipiratería-piratería es un deja-vu permanente que se alimenta a sí mismo, esencialmente porque es en la pugna donde reside la resiliciencia del modelo de negocio de las industrias del copyright. Se acaba de hilvanar una nueva sucesión de diplomáticos cambiando cromos con gobiernos, intentos de reformas legislativas e informes espeluznates que tienen la virtud de ser siempre más o menos el mismo relato. Por supuesto, todo con curiosa coincidencia y con lo que llamamos periodismo repitiendo toda estas afirmaciones como verdades cristalinas. Simultáneamente, con gente competente como Antonio Delgado poniendo en evidencia, como tantas veces, el ridículo de esos estudios. Un servidor opina que toda la protesta contra la legislación antidescargas ha carecido – localmente – de una buena alternativa programática: se ha conformado en general con oponerse y no plantearse abiertamente una tarea ciertamente hercúlea: la modificación de la legislación. Curiosamente, lo que sí hace el enemigo. La cuestión es poner encima de la mesa, con la enorme dificultad que tiene algo sostenido por tratados internacionales de todo tipo, la reducción de plazos, la liberación de usos (lo del derecho de cita, que tan olvidado está y que clama al cielo), la desaparición del DRM, el rol del dinero público al financiar contenidos e innovación o confirmar con todas las letras que no es delito descargarse de una red peer to peer. Vamos lo que hasta en Suiza y Holanda pueden hacer. Los principios básicos de reforma que plantea el Partido Pirata Sueco, son una buena agenda viable para los tiempos que corren y en camino a la devolución de lo apropiado por leyes desequilibradas. Así que sí, seguramente hay que hablar de piratería pero desde el discurso continuado de una propuesta de reforma y ya no desde la reacción a las campañas de persecución.
Aún no lo he probado. Ayer Zattoo comunicó que incorporan la posibilidad de grabar programas para verse con posterioridad en iPhone y iPad. De su nota de prensa: “La oferta gratuita de Zattoo incluye 30 canales de televisión, entre los que se encuentran las principales cadenas nacionales y autonómicas y espacio de almacenamiento suficiente para 20 programas. Las grabaciones se borran automáticamente 20 días después de haber sido vistas. El usuario puede programar la grabación a través de la guía de TV integrada, que muestra la programación para las dos semanas siguientes, así como un buscador.” Se trata de una opción muy interesente que puede que le devuelva el brío perdido que tuvo en sus años de origen.
Muchos espacios se hacen eco del lanzamiento de una televisión por internet de los trabajadores de Telemadrid. Creo que no son conscientes de lo que supone: invalidar sus propias tesis sobre el valor aportado por una televisión pública. Y es la segunda vez: la primera, la evidencia de que nadie había echado de menos su existencia con la huelga que impidió ver sus imágenes. En esta ocasión demuestran que tener voz audiovisual en la sociedad y recabar el apoyo del público está al alcance de cualquiera sin necesidad de que nuestros impuestos tengan que mantener estructuras y empleados que pueden dedicarse a otra cosa, incluso a reducir la deuda. Ante esta posibilidad de zozobra, se me suele argumentar que no es lo mismo: en realidad, porque en nuestro interior queremos asegurarnos de que un nodo superfuerte alcanza – aunque no se vea – a todo el mundo portando contenidos que, cada uno en su interior, cree que deben moralizar ética o estéticamente al resto de la sociedad. Y decidir así lo que es bueno para ver y lo que no es bueno para ver. De todas las mutaciones digitales esta es la que más resistencia emocional tiene: esa de que todo el mundo pueda hablar y, potencialmente, no haya nadie que domine el discurso social. Me resulta entrañable la cita que acompaña su identidad visual: “lo decisivo es ser fiel a aquello por lo que una vez se fue arrojado al exilio”. Exacto: están siendo fieles a lo que les gusta, la cuestión es demostrar que sea necesario que lo paguemos todos.
Escucho cada vez con más frecuencia este argumento exhibido ante la idea de lo que, por resumir, llamaríamos cultura libre o, en general, a la difusión de copias (inevitable) sin el consentimiento del autor, no hablemos de un precio, etc. etc. Lo suelen decir personas, además, poco sospechosas de ser simpatizantes de las prácticas abusivas de determinadas entidades de derechos o multinacionales en modo malvado-on. Lo que se quiere decir es que si tu tuvieras que ganarte la vida con esto (cultura, música, películas, libros, etc.) no argumentarías de la misma manera. Opino que es un argumento tramposo: a) porque ganarse la vida de una forma es una opción personal, no algo que los demás debamos resolver b) porque si se trata de tener un modelo de negocio es responsabilidad de quien tiene que vender y no de quien tiene que comprar y c) porque no hay forma de garantizar el que todas las ambiciones y aspiraciones de todas las personas que pretenden realizarse mostrando su talento creativo puedan llevarse a cabo.
Sólo vi un fragmento del discurso de Macho. Cosas de la vida, es a todo lo que llegué: se quejaba. Del estado de RTVE, del poco dinero que tienen y de las pérdidas de la piratería. Esto siempre va a ser escabroso. A saber: lo dice el presidente de una institución con una sede que se ha pagado con el dinero de los españoles, en una ceremonia retransmitida por una televisión pagada con el dinero de los españoles y con unas cifras de pérdidas por los piratas sorprendentes viniendo de un exhibidor cinematrográfico: ¿cómo explica que haya sido el 2012 un año donde las cifras de taquilla han sido récords en España y el mundo si los piratas son tan malos?. Falta alguna pieza. ¿Cuánto derecho tienen a lamentarse los que viven gracias a la consideración de los que pagan impuestos? En descargo del sector cinematográfico la evidencia de que no son los únicos y mal de muchos consuelo de tontos, suele decirse. O el que no llora no mama. La tendencia a creer que las opiniones sobre la sociedad viniendo de un actor tienen más valor que viniendo de un barrendero. La verdad tiene muchos ángulos y la vida no es nada simple. En fin, otro año más.
Juan Freire, en asociación con Antoni Gutiérrez Rubí, ha publicado una trilogía de artículos sobre su proyecto de investigación sobre la idea crowd. Supongo que es la posición periférica cultural e intelectual española o del castellano y su entorno el que nos lleva a emplear un término que tanto nos cuestra traducir pero en el que lo importante es el concepto de diseminación y diversidad acumulados en torno a plataformas o tecnologías de conexión que sirven para agregar ideas y proyectos. ¿Por qué debe leerse más allá del ejercicio intelectual para interesados en la economía y la sociedad contemporáneas si usted se dedica a contar historias con imágenes y se encuentra atribulado por el cambio digital?
En Hollywood Reporter reclamaban hace unos días que la academia norteamericana revisara su concepto de “mejor película en lengua extranjera”. La cuestión es que el premio se organiza en torno a un país (aunque sea el productor el que se lleve el premio a su casa, esté donde esté) y ya no hay forma de saber de dónde es realmente una película. La financiación, el talento, los técnicos y los lugares de rodaje se esparcen por el mundo en busca de las mejores condiciones para pagar los costes y encontrar escalas de público competitivas. Se lleva unos días con la polémica por el idioma en que se ruedan las películas en la nueva legislación que se espera: la directora general trata de reducir el pavor al respecto. Mientras, los Goya siguen siendo una fiesta local para el consumidor local y que tiene ese premio de denominación intelectualmente torpe como el llamado “premio a la mejor película extranjera de habla hispana“. ¿Alguien sabe lo que es un habla hispana? ¿El quechua?. Una comparación con los Grammy latinos lleva a la idea de que los premios no fueron inventados por alguien que quería vender y hacer mercados sino por no se sabe qué. ¿Alguien se propone salir de lo local para pensar en mercados potenciales rompiendo la idea de territorialidad? ¿De pensar en espacios culturales afines y no puramente idiomáticos o regidos por el domicilio fiscal? ¿Puede buscarse un mecanismo que ponga a competir un documental chicano con otro chileno y uno español, por ejemplo, y que pueda ser retransmitido por televisión a más de un mercado en una legislación donde se incentive que el inversor privado celtibérico invierta en eso esté donde esté? Digamos que el estado del debate sobre la nueva legislación es más interesante que nunca, presentando un apasionante combate entre el pasado y el futuro: de nuevo, nada como las declaraciones de la Directora General para ver el conflcito entre viejas ideas y las nuevas (el nacionalismo protector de la “identidad cultural”, ese otro nombre para la propaganda, y globalización e industria con visión económica). Eso sí, internet sigue apareciendo como un obstáculo molesto al final de la agenda. Yo reitero aquélla sentencia de Garci en Sesión Continua: “el cine es el sueño industrial de una sociedad industrial“. ¿Cuál es el sueño de la sociedad digital? La nostalgia por las cuatro paredes como paradigma de lo audiovisual y la autoría prestigiada por proyectores públicos, no creo que lo sea. Pero todo eso, terminará llegando.
Uno de los newsletters que recibo (y no siempre leo) anuncia una conferencia de uno de los jefes de Ooyala en un evento que se llama Primetime is Anytime: now what. Es decir, que lo que sucede es que la gente consume los contenidos que se llamaban de primetime y, por tanto, más ambiciosos y potencialmente interesantes cuando les da la gana. No es nuevo, como si se mira al resto de títulos y resúmenes de ponencias del mismo evento, lo que vemos es explicar todos los tópicos y hechos del cambio tecnológico aplicados a la televisión que se anticipaban… hace seis años. Pero entonces se solía decir que faltaba mucho y que esto y aquello: ahora todo es mantra de los eventos profesionales. Hay un segundo evento del que leo una reseña en Cine&Tele en el que el secretario general del ICAA parece haber anunciado que apoyarán (nunca se sabe qué es eso) el crowdfunding: “manifestó la voluntad de este organismo de contemplar estos modelos innovadores de financiación y gestión de productos audiovisuales en el marco de los trabajos que se están realizando para la redefinición de los sistemas de apoyo a la cinematografía y las artes audiovisuales“. Frótense los ojos: ahora ya resulta que es legítimo, moderno y dentro de eso que llaman nuevos modelos de negocio (cada vez que alguien dice los hay, muere otro gatito) todo eso que hacían cuatro friquis y que no vale para hacer arte de verdad como todo el mundo sabía. Vamos, que es legítimo y una realidad. Lo verdaderamente novedoso, y ese el cambio, es la aceptación de la realidad. Y con eso se puede empezar a dejar de ser alcohólico del pasado. A lo mejor es mucho pedir.
Si tienes algo más que horchata en las venas, este relato contiene una suficiente colección de ejemplos de que lo que dicen friquis y libertarios, tiene mucho sentido: algo está profundamente mal. Todo eso claro, si de verdad se trata de la cultura. Si quieren más, pulsen las etiquetas de este post. [vía]
Siempre se ha dicho que la compra de Columbia por Sony no fue lo que se esperaba. El poder emergente de China se traslada, claro que sí, al audiovisual. El título se corresponde con un análisis que efectúa Hollywood Reporter completísimo sobre la cuestión y que recomiendo leer. Tanto por las razones para que ocurra como para que no ocurra. Pero el sustrato subyacente es de lo más interesante: un país inmenso en población y cada vez de mayor riqueza con aspiraciones globales y que seguro, seguro, que desea influencia cultural, eso del soft-power. Mientras, lo mejor del talento español se integra – yo creo que a pesar del diseño del sistema – en los mecanismos del entretenimiento global. Y con la asignatura pendiente de entender las realidades del primer mercado del mundo (Oh, wait, en China también pasan cosas sorprendentes: ¿alguien ve oportunidad?).
Marcus Hurst publica en Yorokobu un extenso artículo sobre los canales internacionales de noticias creados por los gobiernos de medio mundo. Aunque comete la imprudencia de mencionarme, el texto es muy interesante y completo. Me interesó una cita de Hillary Clinton en el Senado de su país: «los canales privados “no pueden llenar este vacío”». Parece que quieren recuperar La Voz de América a pesar de tener CNN. Es interesante por el tipo de razonamiento que implica sobre el dinero público y la televisión, parece que tiene que convencer de que los fines perseguidos no pueden hacerse de otra forma. Mientras, el dinero público televisivo español sigue en busca de sentido. No se pierdan el argumento ruso para influir en inglés, español y algún idioma más: “en la conciencia de Occidente, Rusia se asocia con tres palabras: comunismo, nieve y pobreza”. El artículo cobra actualidad estos días con el caso de la venta de CurrentTV a AlJazeera y el cese de emisión del canal iraní Hispan TV a través de Hispasat. Todo un compendio de poder estatal, propaganda, comunicación y, a la vez, combate por la pluralidad, ese término tan evanescente.
Un día me propuse no hablar nunca más de piratería: simplemente es un serial que nunca termina en el que los buenos y los malos parecen estar a punto de ganar en cada capítulo y todo sigue igual. No lo conseguí. Así que la contraofensiva Kimdotcom me está generando enormes dosis de desidia (quién lo diría) y la sensación de vivir en el día de la marmota: de nuevo un cargo público que reconoce que hay que cambiar la ley [vía] (y esta es mi conclusión después de años de darle vueltas al asunto) y no endurecerla (mecanismo frontón por el cuál se genera una coexistencia retroalimentada que mantiene las cosas como están). Mientras, la vida sigue: el incremento de capacidad de almacenamiento en espacios más pequeños parece continuar, encuentro en Pirate Bay todo lo que me hace falta y, a pesar de los gritos dramáticos (décadas amenizándonos con ellos), pues hasta en Dinamarca ha sido un año de máximos de taquilla. Cuando termino de escribir, descubro que ya he hablado de este bucle infinito y lo cansino que me parece. Seguramente es hora de poner un cartel encima del monitor diciendo: no escribas más de piratas.
Amablemente, Canal-Xtra me invita a pre-visionar el documental de Brian Knappenberger “We are Legion” que estrena hoy lunes 14 de enero. La pieza cuenta la historia de Anonymous y los momentos más destacados del hacktivismo actual, tomando partido por los detenidos a causa de ataques a sitios como Paypal a raíz del caso Wikileaks. Para quienes anden fascinados o descontrolados sobre eso que llaman redes sociales, podrán ver lo que es una red social de verdad que actúa como comunidad y no los servicios que llaman como tales; podrán entender la naturaleza de los conflictos modernos y sus características distribuidas que los hacen tan difíciles de parar (eso que se da en llamar swarming: lean a Jesús Pérez que lo documenta con profusión en sus variantes militares). Podrán con toda esa casuística razonar sobre el flujo libre de la información y las reacciones policiales y legales y pensar en demasiados paralelismos con las descargas y los problemas de una presumible sociedad de control. Y reflexionar sobre cuando un ataque de denegación de servicio es el equivalente a una manifestación en el mundo virtual y, por tanto, una forma legítima de protesta, o sus nada improbables usos parejos al matonismo. En las últimas semanas, Odisea (que también puede verse en Digital+) emitió un documental completísimo sobre el caso Assange y Wikileaks (“Secretos y Mentiras” : por cierto, asombrosamente accesible en YouTube). La suma de ambos visionados da un panorama bastante amplio sobre el cuestionamiento que internet realiza de las formas tradicionales de poder, el mantenimiento de las libertades y el uso y abuso de la tecnología: después de todo, la tecnología no mata, lo hacen las personas, y exige una reflexión ética de su uso. Obviamente, esto es una recomendación de visionado.
Recuerdo una mañana paseando por Hollywood Boulevard con Isidro Jiménez. Se moría de la risa cuando descubrió una cadena de comida norteamericana que seguro que más de uno y más de dos nos ha hecho abrir los ojos por su concepción imposible no calificar de choni y hortera: Hooters. Después no paraba de reirse con las pintas de algunos de los personajes que caraterizan a históricos de Hollywood frente al Teatro Kodak. Al bueno de Isidro le han nominado (junto con Reyes Abades, un clasicazo y otra estupenda persona) al Goya 2013 a los mejores efectos especiales por Invasor. Su dirección de efectos digitales puede verse en YouTube. Le felicito a él y a Maria José Martín, la directora del Departamento de Cine y Televisión de Telson. Ojalá ganéis. Y, si no, no es poco.
Las crónicas periodísticas sobre el conflicto sindical en Telemadrid tienen algo de bohemio: parecieran la transformación matématica de la realidad a través de la estética deformada del mismísimo Max Estrella. La cuestión sería ¿ha pasado realmente algo porque no se haya visto Telemadrid tantos y tantos días?. Me temo que nada. ¿Han percibido los mismos huelguistas, con todo el respeto a sus puntos de vista, cómo su ausencia no ha significado nada y, por tanto, queda en evidencia el propio sentido de su presencia y existencia?. En su patetismo – el ayuntamiento de Madrid ya cerró la suya – aparece de modo descarnado el conflicto inevitable entre costes y notoriedad de las televisiones públicas. A este conflicto (que un servidor denomina “paradoja de la televisión pública“) le ha echado algunas cuentas el profesor Andrés Betancor (gracias, José Miguel): «el gasto público presupuestado en atención a la dependencia en España ascendió gradualmente desde los 3.809 millones de euros en 2007 hasta los 8.004 millones de euros en 2011. Esto significa que el gasto en televisiones representa casi un tercio del gasto en dependencia». Este juego de usos alternativos del dinero recaudado – y se protesta por el también madrileñísimo y catalanísimo euro por receta – podría hacerse con cualquiera de esos gastos fundamentales a los que tanta gente aspira pero sobre los que no se pregunta nunca, nunca, al que paga los impuestos. Telemadrid y la televisión pública española en general se merece un buen paseo por el Callejón del Gato. No, esta pregunta tampoco se verá en los telediarios de Telemadrid. Ni en los de las demás.
Un amigo nos decía en una lista de correo que añoraba los tiempos en que se pasaba cintas de VHS con películas grabadas en casa con las cajas emborronadas a mano con títulos y referencias. Decía, además, que le parecía triste que a eso se le llame piratería. Se hablaba de acceder en este caso a películas raras (por minoritarias y de enorme interés en una lista de creadores audiovisuales). El sistema llama a eso copia privada y tiene unos espacios legales y compensatorios previstos. Digo esto para contrarrestar las críticas que potencialmente se me pueden hacer a continuación.